"Reconocí que falsificaba billetes porque estaba amenazado". Así se expresaba hoy Juan Pedro G. S., al que se sienta en el banquillo de la Audiencia Provincial acusado de ser el mayor falsificador de billetes de 50 euros del mundo, algo que, presuntamente, haría en una nave de Beniaján.

El procesado está defendido por el letrado Pedro López Graña, que intentó que el juicio se declarase nulo, al igual que las escuchas telefónicas que se hicieron durante la investigación.

"¿Se va a portar usted bien y no vamos a tener ningún problema?", decía el magistrado presidente a Juan Pedro, mientras el agente de Policía Nacional le quitaba las esposas para que se sentase a declarar. "Por supuesto", contestaba él al juez.

En su declaración, el acusado negó haberse dedicado a falsificar dinero. "De ninguna manera", respondió al fiscal, Rafael Pita, cuando se lo preguntó. Admitió tener en su casa lámparas, escáneres y folios con impresiones de billetes de 50, "porque yo los había cogido de la nave y los había llevado allí".

"Yo utilizaba parte de la nave, un despacho, concretamente", matizó. El acusado intentó convencer al tribunal de que el material para falsificar billetes no era suyo. Dejó claro que "esa nave donde estaban esos objetos estaba siendo utilizada por unos inquilinos". Esos inquilinos, de quienes no dio más datos, serían los que, según él, le habrían amenazado.

El fiscal pide para el encausado quince años de prisión por el delito de falsificación de moneda.

A preguntas de su abogado, Juan Pedro subrayó que "nunca" había tenido problemas legales antes de éste. Resaltó que "yo lo que hacía era visitar a posibles clientes en el sector comercial y les ofrecía material de oficina. Cuando conseguía el pedido, lo encargaba a una imprenta. Me limitaba a eso".

"Luego tenía las conservas vegetales también. Yo lo que hacía era contactar con clientes y hacer lo mismo", añadió.

Preguntado por si se dedicaba a falsificar billetes, dijo que "de ninguna manera". Trató de convencer al tribunal de que el material encontrado en la nave de Beniaján para cometer el delito era de otra gente que también trabajaba en ese lugar. Que él sólo usaba un pequeño despacho.

La nave "ya ni existe": fue expropiada para la construcción de la autovía del Reguerón.

López Graña defiende que su cliente "se dedicaba a elaborar tarjetas de visita. No tenía la destreza suficiente para el diseño de billetes falsos".

Además, hizo hincapié en que Juan Pedro "tenía un atentado contra su vida" y que, de hecho, le quemaron el coche que tenía, un Golf. Vivía, en este sentido, "una situación de miedo", algo que lo llevó a "cambiar su testimonio por una realidad que no era la que correspondía", en referencia a cuando admitió falsificar billetes.

Juan Pedro sostiene que él se vio mezclado en este asunto por culpa de un amigo suyo, Bernardo, que un día le pidió si podía guardar unas cajas en la nave de Beniaján. Ahí, según el encausado, comenzaron las cosas extrañas.

"Soy capaz de cortarte el cuello. Lo vas a lamentar tú y tu familia", afirma que le dijeron dos hombres. Que no conocía a esas personas. ¿Fue a la Policía? No lo hice, porque temía por mí y por mi familia.

Sobre estos dos hombres, comentó que uno tenía acento italiano y el otro era español con acento valenciano.

"Traté de localizar a Bernardo y pregunté por qué me había metido en esto", aseveró.

También relató que en la puerta de la nave una vez un hombre le cogió por la solapa de la americana y volvió a amenazarlo. "Si sigues molestando, va a arder la nave junto a la casa de tu madre y tú dentro. Alquilamos la nave y tú te vas a olvidar de todo, esas fueron sus palabras".