«Yo no iba a consentir que enterrasen a nadie en mi huerto», sentenciaba, como colofón a sus palabras. El funcionario de Hacienda Serafín de Alba, dueño del terreno de Alquerías donde fueron encontrados los cuerpos desmembrados de los holandeses, era el primero en ser interrogado este martes en el juicio que se sigue en Murcia para tratar de esclarecer la muerte de la pareja.

De Alba trató de convencer al jurado de que, mientras enterraban a los holandeses en su terreno, él permanecía en el interior de su casa (que está al lado), primero mirando cosas de la declaración de la renta, luego tomando una cerveza con su vecino Paco (ya fallecido, por lo que no puede corroborar sus palabras) y luego gestionando que le pusieran Internet en esta vivienda, todo ello, aseguró completamente ajeno al hecho de que el rumano Valentin Ion estuviese sepultando a dos personas en su parcela.

Y es que él creía, insistió ayer en el juicio, que el rumano era «un obrero agrícola» al que conocía su amigo Juan Cuenca, y que lo que estaba haciendo este hombre en su huerto era retirar árboles secos.

Juan Cuenca, cerebro confeso de los crímenes de Ingrid Visser y Lodewijk Severein, implicaba el lunes al que había sido su amigo y decía que él sabía que los cadáveres reposaban en su terreno.

La tarde del enterramiento, una motosierra, un hacha y dos cubos fueron sacados del coche de Cuenca y se depositaron en dependencias propiedad de De Alba en Alquerias, confirmó el hombre, para quien el Ministerio Público pide tres años de prisión por encubrimiento. «Juan me dijo que me dejaba ahí unas herramientas, por si las necesitaba. Los obreros (en referencia a los rumanos Ion y Constantin Stan), cuando terminaron, se lavaron en el patio, con la manguera. Ellos se fueron y yo, con el señor Paco, fui cerrando puertas de la casa».

«Pongo la alarma, le digo al señor Paco si le acompañó y él me dice que no, que prefiere disfrutar de la lluvia», rememoró.

En cuanto a las herramientas, «el pico y la pala, me los dejaron sucios, con tierra. El hacha la vi más pequeña que las mías y la afilé», remarcó. Las motosierra se (le dejaron dos) se quedaron ahí, porque «yo tenía mi propia motosierra», apostilló De Alba. «Me dijo (Juan) que esos instrumentos los tenía en el coche y que necesitaba sacarlos para meter las cosas de la mudanza».

«Negocios nunca, por favor», dijo Serafín de Alba, al ser preguntado por la fiscal, Verónica Celdrán, por sus asuntos económicos con Cuenca. «Nunca lo asesoré», resaltó.

Admitió que dio 2.500 euros al abogado Francisco Asís para la constitución de una sociedad. Indicó que ese dinero se lo dio Cuenca. Hizo hincapié en que él no ha estado en reuniones referentes a la venta de la cantera de mármol propiedad del empresario Evedasto Lifante, el que fuera dueño del club de voley en el que había jugado Ingrid Visser. «Jamás he hablado para el tema de la cantera», insistió.

También comentó que la primera vez que vio a los rumanos fue el 15 de mayo de 2013.

Contó que el 13 de mayo lo llamó Juan Cuenca y le explicó que le quedaba por pagar el alquiler de la vivienda en la que él vivió en Murcia. «Me dijo que si le dejaba los 2.000 euros ya podía estar tranquilo. Que en poco tiempo me los devolvía. No desconfié en absoluto de él. Me dijo que me llamaría Rosa, su casera, y que le podría entregar el dinero a ella. Me dijo que quedásemos en la entrada del pabellón Príncipe de Asturias, nos presentamos y le di los 2.000 euros a ella», narró De Alba.

Aseguró que él no vio a Cuenca el 13 de mayo (día de las muertes). La fiscal le recordó que el 14 de mayo habló por teléfono con el exgerente hasta en cuatro ocasiones, y le preguntó que para qué. Serafín detalló que él estaba en una cafetería con un amigo y no le podía atender. «Y ya me fui para la casa de la huerta. No hablamos de nada más».

Por la noche constan más llamadas telefónicas entre los amigos. «¿De qué hablaron?», hizo hincapié la representante del Ministerio Público. «De nada. En la huerta hay muy mala cobertura. Y hay gente que le explicas que no puedes hablar y sigue hablando», contestó De Alba.

«A la mañana siguiente vuelven a hablar otras dos veces», insistió la fiscal, «¿de qué hablan?» «Pues de nada», volvió a soltar De Alba.

«Jamás me dijo Juan que hubiera matado a nadie, mucho menos que tuviera los muertos y mucho menos que me los fuera a enterrar a mí», resaltó.

«Bolsas llenas de enseres»

Este vecino de Murcia contó que Cuenca se plantó en la puerta de su casa -en el barrio de Santa María de Gracia-, con un coche «lleno de bolsas de basura». «¿Qué es lo que tienes aquí?», dice que le preguntó, y que Cuenca indicó que eran «todos los enseres de la casa» que antaño tuvo alquilada en Murcia. «Mira, yo quiero dejarte algo en la huerta. Lo que no necesito. Me acerco yo para allá, que me pilla de camino a Valencia», indicó el exgerente, según el testimonio ante el juez de Serafín de Alba.

Entonces, siempre según De Alba, Juan se fue para la huerta y él mismo se fue más tarde, en otro coche. Se refirió a los rumanos como «los agrícolas de Juan», y dijo que el exgerente le ofreció que estos hombres arrancasen algún árbol de la huerta que estuviese seco. De Alba señaló que no se fiaba de estos «obreros».

Reconoció que «los obreros» estuvieron unas cinco horas en su huerta, aunque hizo hincapié en que nunca estuvieron en su casa, solo en el terreno.

La fiscal recordó a De Alba que los cadaveres se descargan «una vez que usted le ha dejado la carretilla a Valentin». «Lógicamente», manifestó De Alba.

De que los cuerpos estaban en su parcela «me enteré el día que vino la Policía a mi huerto», subrayó el funcionario de Hacienda.

Verónica Celdrán señaló que De Alba mandó un mensaje al abogado Francisco de Asís y le dijo que conocía a los holandeses y que los enterraron en su huerto. De Alba lo admitió, pero dice que lo remitió el día 27 de mayo, después de pasar una noche en Comisaría, en calidad de imputado. «Con Paco tengo gran confianza y me mandó un WhatsApp preguntado qué había ocurrido», explicó el funcionario.

«A mí lo que más me gusta son mis ordenadores, atender a mis amigos y leer. Del huerto se ocupaba el señor Paco (su difunto vecino). Si tengo que coger algún limón, pues voy», insistió De Alba.

El coche de Cuenca cuando llevaba las bolsas con los muertos «olía a suciedad, olía a sudor... No puedo decirle más». «¿Olía a mudanza, Serafín?», preguntaba ayer el abogado de la acusación, Javier Martínez. «Tengo problemas de olfato porque también tengo alergia», se justificaba De Alba.