María Guerrero cursaba primero de Psicología cuando conoció el Teléfono de la Esperanza y decidió colaborar como voluntaria. Desde entonces ha ido pasando por todos los escalones de la asociación, dedicando su vida a la ayuda de otras personas. Hoy es presidenta de dicha organización.

¿A qué se debe que una de las temáticas más comunes en las llamadas sea la soledad y el aislamiento?

Vivimos en la ´sociedad del ruido´, no sabemos escuchar. Sí que sabemos decir al otro lo que tiene que hacer, cómo lo tiene que hacer o lo mal que lo ha hecho, pero no sabemos escuchar de manera empática. No comprendemos que no todo el mundo tiene que funcionar como nosotros. Cuando alguien se siente incomprendido, inmediatamente activa sus mecanismos de defensa y se cierra. Ello provoca que la persona se aisle, se encierre y viva su vida en soledad.

¿Ha apreciado algún cambio en la sociedad al que se han tenido que adaptar?

Sí, el cambio a nivel de la estructura familiar. Con el incremento de separaciones de parejas con hijos se han creado nuevos tipos de familia que repercuten emocionalmente en la gente. Por ello, hemos cambiado el curso de educadores que teníamos y el mensaje ahora es que no solamente hay que cuidar esa estructura, sino que hay que hacerlo independientemente de la situación en la que se esté, pese a que no sea la establecida o la marcada.

Es razonable ir al médico por una enfermedad física. ¿No debería ser igual para los problemas emocionales?

Claro, pero es mucho más fácil entender que alguien se encuentra limitado cuando le ves con una escayola en la pierna o en el brazo y dices: «¡Madre mía, entiendo que no pueda apañarse solo!». Sin embargo, no se entiende tanto a alguien que tiene depresión y dice que se siente incapacitado y no siente alegría. En ese caso la respuesta inmediata es de incomprensión y de decir ¿pero cómo puedes decir eso? Y esta situación produce aún más limitaciones en la persona.

La educación emocional es una de las tareas pendientes en nuestra sociedad, ¿cree que es necesario un refuerzo de este aspecto en las aulas?

Sí, por ello tenemos firmado un convenio con la consejería de Educación para la realización del curso Ayudando a crecer en el entorno educativo, con la finalidad de promover desde las clases la educación afectiva y que los profesores sepan llevar problemas sentimentales, de pareja, matrimoniales o generacionales. En definitiva, queremos enseñar a los niños a vivir con mayor resiliencia, permitiéndoles así afrontar las dificultades de la vida de una manera mucho más sana.

Tras horas atendiendo llamadas, ¿es fácil desconectar cuando se termina la jornada?

Sí, para ello hay que distinguir entre la simpatía y la empatía. Simpatía es ´sentir con´; por ejemplo cuando una persona te cuenta un problema y te pones a llorar con ella. Es lo que suelen hacer los amigos o los padres pero eso, en el fondo, no nos ayuda. La empatía, por su parte, es aquello que nos permite poder ver a una persona desde su mundo, con sus ojos, comprendiendo más allá de sus palabras. Al trabajar desde la empatía me queda claro que el problema no es mío, es suyo. Y si no es mío, no me lo llevo a mi casa. Si no trabajo así desde el Teléfono de la Esperanza o como psicóloga clínica dormiría alguna noche en la vida.