Centrarse en el niño, en su desarrollo natural, su relación con la naturaleza y en el respeto profundo a la motivación de cada uno es algo que no es común ver entre nuestros centros educativos. Es fundamental que el propio niño sea capaz de aprender e investigar por sí solo hasta encontrar sus fortalezas. Algo dice que la escuela tiene que cambiar y María Dolores González Valverde, directora del colegio Antonio de Nebrija, lo sabe muy bien. A la sociedad parece no gustarle la educación de hoy día dada la acogida que están teniendo métodos educativos alternativos como el Montessori, donde el error no cuenta y no hay lugar para el fracaso.

Además de este centro, existen en Murcia otros colegios como el Monstessori School Murcia (Plaza Santoña) o La Luciérnaga (Alguazas) donde son los niños quienes, dentro de su propia evolución, superan los retos que ellos mismos se plantean, socializando sus conocimientos y compartiéndolos con los demás para lograr una especie de feedback educativo basado en el respeto y la armonía.

«Son los propios niños quienes deciden qué hacer y cómo hacerlo. Las asignaturas no existen y en su lugar hay tareas que están basadas en los intereses de los propios alumnos», aclara Maria Dolores González. En una clase Montessori tampoco encontraremos la figura de un profesor como tal, sino el papel del guía. Este guía sólo puede sugerir y nunca ordenar qué hacer. Su papel se erige como un mero observador que se limita a guiar en caso de ver algún error en la tarea que está llevando a cabo el niño y únicamente cuando éste pide ayuda.

Asimismo, el nivel de autonomía que ellos adquieren, junto con la satisfacción personal y la capacidad de ir por delante cuando ven que un compañero está perdido, hacen de esta una pedagogía única y casi utópica basada en el amor. «Cuando son más mayores, son los propios niños quienes proponen actividades, eligen los temas y los exponen. Trabajan como ellos quieren y a veces, cuando el guía va a explicar algo y el niño ya sabe de qué trata, también propone ser él quien lo explique a los demás», afirma la directora del centro.

Pequeños de varias edades

Otra de las características de esta metodología es la formación de las aulas. En una clase Montessori conviven niños de varias edades en el mismo espacio educativo ya que entre iguales es mas fácil aprender uno de otros. Son ellos quienes asumen el rol de aprendiz primero, para luego ejercer de maestros de otros niños desde el respeto y la humildad ya que, según la directora, «un niño, cuando está feliz y se siente protegido es cuando más se empapa y aprende».

Debe quedar claro que un día de clase Montessori poco o nada se parece a un día en la escuela convencional. En Montessori se aprende jugando, jugar es el medio para lograr una educación de calidad donde los alumnos no aprenden únicamente sentados en un pupitre en el que escuchan durante ocho horas a un maestro.

«Cambio de discurso»

Montessori recoge lo mejor del sistema convencional y lo adapta a su particular sistema en el que formar y educar se lleva a cabo desde el amor y no desde la autoridad. «Si no cambiamos el discurso educativo, el sistema no va a cambiar. La laguna más grande del sistema educativo español es la formación del profesorado», confiesa María Dolores. Formar y educar a una persona tiene que ser a base de ejemplo y autoridad, pero esa autoridad en un docente necesita ser carismática. Los profesores no están preparados para descubrir a un niño, no saben ver sus carencias y potenciar sus virtudes.

Talleres para padres

«¿Te gusta lo que estás aprendiendo?» o «¿te gusta cómo te lo enseño?» son preguntas que ni padres ni profesores les hacen a sus hijos. Por ello también existen talleres para padres. Ellos también requieren formarse y aprender a manejar los materiales para continuar con la educación en casa.

El papel del profesor es ínfimo cuando no tiene herramientas para enfrentarse a un aula. «Para revolucionar la educación hay que plantear primero una revolución del plan de formación del profesorado. No funciona el sistema educativo español. Es terrible. En España nadie se da cuenta de lo mal que se están haciendo las cosas. Y nadie se da cuenta de lo infeliz que es un niño», señala la directora. Y quizás se deba a que el sistema educa en la desconfianza y el miedo sin importar la verdadera motivación del niño.