UNA PROCESIÓN DEL CORPUS MUY ACCIDENTADA

Ocurrió en el mes de junio de 1817. Un enfrentamiento en mitad del recorrido procesional del Corpus, entre el Clero y la representación municipal. Concretamente, las actas hacen alusión al párroco de san Antolín de la ciudad de Murcia y el caballero jurado Rafael Beltrán. Los hechos ocurrieron de la siguiente manera: «El Caballero Jurado, don Rafael Beltrán, según él mismo hace constar en la presente acta, cuenta que cuando llegaban los comisarios a la plaza de Joufré (en la Platería) se acercó a los párrocos y les dijo con toda educación: «Háganme el favor de andar que está la procesión cortada». A lo que el párroco de san Antolín me contesta: «No me moveré de este sitio hasta ver si el secular tiene facultades para mandar en el Clero». Enterado el Señor Provisor de lo ocurrido, puso a su Alguacil Mayor a las órdenes del caballero Beltrán a quien ofreció dar satisfacción al Ayuntamiento de la ciudad que era, a juicio del Señor Comisario, el ofendido por el párroco. La procesión siguió su marcha tras estar parada largo rato en el lugar indicado». El ayuntamiento de Murcia, dos días después, hizo suyo el desaire. Alegó viejos privilegios y regalías. La posesión inmemorial en que se hallaba de regir la procesión del Santísimo Corpus Christi según lo mandado por real orden de 9 de junio de 1753 y lo acordado asimismo por el cuerpo del Cabildo de la Catedral de Murcia en el año 1754. Los desencuentros no terminaron solamente en eso pues Ceferino de Sancho, que era el Provisor, llamó a su despacho al párroco de san Antolín e invitó a la reunión al ofendido Rafael Beltrán por parte del Ayuntamiento, pero éste no acudió a la reunión pues dijo al Provisor que hablará con el párroco de san Antolín para que estos enfrentamientos no se repitieran en lo sucesivo.

EDICTO PARA CONTROLAR LA HUERTA

Era jueves y día de mercado. Al son de clarines y timbales se pregona, en la plaza de Santo Domingo, un bando del Concejo de Murcia expedido por el señor Corregidor de la ciudad, Diego Manuel Mesía, y refrendado por José Rubio Alcaraz en el que se ordena, asimismo, que una vez anunciado públicamente en ese lugar y en el día del mercado, se fije en parroquias y ermitas de toda la huerta y el campo de su jurisdicción. Estamos en el año 1784 y, a criterio del Concejo, la huerta se está poblando en demasía y no hay constancia ni control alguno de quien habita en ella. El bando concejil dice textualmente: «Se prohíbe que nadie pueda alquilar casa ni habitación ni recoger a forasteros desconocidos, sin dar cuenta de ello al Ayuntamiento de esta ciudad, a fin de tener para ello licencia escrita; no se permitirá fabricar en la huerta ninguna barraca a quien tenga menos de doce tahúllas propias y que, en las construidas hasta este día no habiten familias ni personas que no tengan tierra que labrar. En caso contrario que no se tengan en cuenta estas normas de convivencia se impondrán severas penas a quienes incurran en estas faltas e incluso se ordenará derribar las dichas barracas para que no puedan habitar nadie en ellas».

LA NOTICIA DEL TERREMOTO DE LISBOA LLEGA A MURCIA

El terremoto de Lisboa de 1755 tuvo lugar entre las 09.30 y las 09.40 horas del sábado 1 de noviembre de 1755 y se caracterizó por su gran duración, dividida en varias fases, y por su violencia, causando la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas. Los geólogos estiman hoy que la magnitud del terremoto de Lisboa sería aproximadamente de 9 en la escala de Richter, un enorme cataclismo, con su epicentro en un lugar desconocido en algún punto del océano Atlántico a menos de 300 km. de Lisboa. Se sintió en toda España, especialmente en la zona sur de la Península y, lógicamente, también en Murcia. Días más tarde del cataclismo, el Concejo de Murcia dio cuenta de la catástrofe y se explica cómo sucedió el terremoto y cómo afectó a las ciudades españolas, especialmente a Cádiz, que quedó muy dañada. «El día uno de noviembre a las diez de la mañana hubo un terremoto universal muy diforme que se sintió en toda Europa, en cual parte más y en cual menos. Se asoló y abrasó Lisboa donde han perecido a miles e hizo mucho daño en Cádiz, pues en el arrecife se juntaron los dos mares, todas las gentes que salieron huyendo de la ciudad para refugiarse en la isla de León y a un comerciante que iba en su coche a todo correr se los llevaron las aguas. Cerraron la puerta de tierra para que no saliese nadie y se levantaron las aguas por encima de la muralla dos o tres varas. Hicieron muchas rogativas y penitencias sacando los rosarios por las calles y viendo que las aguas iban a inundar la ciudad, sacaron los religiosos Dominicos a Nuestra Señora del Rosario y la pusieron sobre la muralla: incontinente se detuvieron y sosegaron los mares. No hubo desgracia ninguna dentro de la ciudad pese a que se han destruido casi todas las casas y desde entonces la han nombrado por patrona a la Virgen del Rosario. Asimismo tenemos noticias de los quebrantos en Sevilla y en numerosos pueblos de toda la Andalucía y Portugal. Aquí en esta ciudad de Murcia el terremoto fue muy sentido y se desprendieron partes de las fachadas de algunas casas y palacios, pero no ha tenido más consecuencia. Se ruega a la población que mantenga la calma».

PRIMER CENTRO ASISTENCIAL DE CRUZ ROJA EN MURCIA

Estamos en el año 1923 y Cruz Roja abre, en Murcia, su primera policlínica. La institución se constituyó en la ciudad el 30 de junio de 1873 pero hasta ese momento no contaba con ningún centro asistencial en condiciones dignas para prestar los servicios médicos que requería. La Cruz Roja llegó a Murcia de la mano de José Meseguer Huertos, que fue su primer presidente y quien la instauró en la ciudad. Tuvieron que pasar cincuenta años, medio siglo, para que el centro asistencial fuera una realidad. La inauguración de la policlínica, que llevaba el nombre de ´Reina Victoria´, tuvo lugar en el mes de enero de 1923 y se instaló en el número 38 de la calle de San Nicolás. Fue su primer director médico Emilio Sánchez García. El acto, según leemos en la prensa de la época, comenzó con la bendición de los locales que hizo el Rvdo Sr Provisor del Obispado. A continuación, tomó la palabra Álvarez Caparrós, que era el presidente de Cruz Roja, para elogiar la labor que la institución llevaba a cabo en toda España y en muchos países de Europa y del mundo. En representación del Ayuntamiento de la ciudad tomó la palabra el señor Fayren, que se felicitó por las modernas instalaciones que Cruz Roja ponía al servicio de la ciudad. Por último, Costa Farinas, presidente de Cruz Roja en Murcia, por delegación de la Condesa de Falcón, presidenta de la Junta de Damas que además representaba a la Reina, en nombre de Su Majestad declaró inaugurada la policlínica murciana narrando a los presentes las vicisitudes que habían tenido que pasar hasta conseguir el objetivo de abrir el centro asistencial y felicitó al Ayuntamiento de la ciudad por las facilidades que habían dado.

UN GRAN ACTOR OLVIDADO: CEFERINO GUERRA

Sin duda alguna el nombre de Ceferino Guerra es completamente desconocido en esta ciudad. Sabemos, eso sí, que el teatro de Lorca se llama Teatro Guerra, pero, sin duda, que son muchos los que no asocian el nombre actual del coliseo con el desaparecido actor murciano. Habiendo nacido en la plaza de Camachos, en el castizo barrio del Carmen, su ciudad no tiene nada que recuerde a quien fue una gloria del teatro español e iberoamericano. Es, en Lorca, el único sitio donde se recuerda al actor, aunque popularmente se conozca como ´El Guerra´ y muchos no sepan que es por el gran actor murciano. Fue el 31 de marzo de 1861 cuando se inauguró en aquella ciudad el ´Teatro Principal´ que así lo llamaron. Pero el 26 de mayo del mismo año actuó en Lorca la compañía de Ceferino Guerra. Este y sucesivos éxitos del actor murciano llevó a darle el nombre de Guerra al teatro recién construido, nombre popular aún, a pesar de que, en el año 1932, ostentaba el título de Teatro Federico García Lorca. Pues bien, olvidado de Murcia y de los murcianos, Ceferino Guerra recorrió los escenarios del mundo cosechando importantísimos éxitos a los que se refiere la prensa de la época. Les copio, literalmente, el obituario que en 1882 hizo el Diario de Cádiz a la muerte del actor queridísimo y reconocido en Andalucía, más que en su patria chica, en Murcia, donde apenas hay alguna referencia a su muerte. El obituario dice textualmente: «Ceferino Guerra ha figurado entre nuestros primeros actores, habiendo funcionado en los principales teatros de España y América, cosechando aplausos y dinero. Nosotros, en 1846, en unión de Pepa Valero que actuaba en el San Fernando de Sevilla, conocimos a Ceferino Guerra que estrenó con general aplauso Las trenzas de sus cabellos y Borrascas del Corazón. De Sevilla, el murciano, se trasladó a inaugurar el nuevo teatro del Puerto de Santa María donde funcionó en la temporada de verano de 1847, siendo aplaudidísimo en César o el perro del castillo. En el Principal de Cádiz le vimos en 1848 en unión de la primera dama doña María Toral y en esa época estrenó las obras: Hace cuenta sin la huésped y Coquetismos y presunción, del inolvidable vate gaditano don Francisco Flores Arenas. Ceferino Guerra recorrió entre grandes aplausos los principales teatros de España obteniendo en todos ellos grandes ovaciones en su extenso repertorio y que sería difícil de enumerarlas todas. En 1864 trabajó por primera vez en el teatro Novedades de Madrid donde se hizo aplaudir mucho en Luis Onceno, también en el Cura de la aldea, en el Maestro de escuela y otras obras cómicas y dramáticas. En el invierno de ese mismo año 1864 funcionó en el Jovellanos, donde estrenó Don Felipe el sombrerero y Las cuatro esquinas, obras que fueron expresamente escritas para él, demostrando a todo el público de Madrid sus características facultades teatrales. En 1867 y 1868 funcionó en el teatro Balón de Cádiz, donde estrenó el Francisco Montes de Víctor Caballero y Valero. Cádiz a vista de pájaro de Javier de Burgos y otras obras que no recordamos. En unión de su jovencísima esposa Santitos Rodríguez, se embarcó para América. México, Buenos Aires, Guatemala, Montevideo, Habana y Puerto Rico, tuvieron la satisfacción de aplaudir al actor murciano que, por doquiera que iba, iba recogiendo honra y provecho, aplausos y laureles para su genio artístico. Ceferino Guerra siempre conservó grandes recuerdos de Murcia, siempre deseaba ir a ella y jamás pudo conseguirlo por especiales circunstancias que no son de este lugar. A pesar de su larga carrera artística, de lo mucho que había ganado, ha muerto en una modestísima posición, legando a sus hijos y familia un nombre ilustre, inolvidable en los fastos teatrales de nuestra España». Como comprobará el lector es otro murciano ilustre que la ciudad tiene olvidado y donde apenas se conoce su nombre. Desde aquí solicitamos del ayuntamiento de Murcia que tenga un recuerdo especial para un actor que llevó el nombre de la ciudad por todos los continentes y que, sin embargo, ha quedado, incomprensiblemente, en el olvido. Una placa en la plaza de Camachos no estaría de más para recordar que en este emblemático lugar del barrio del Carmen nació Ceferino Guerra.