JULIÁN GAYARRE VINO A MURCIA

Un 17 de mayo de 1883, llegó a Murcia el insigne tenor pamplonica Julián Gayarre considerado durante muchos años como la mejor voz lírica de España y uno de los tenores más reconocidos en el mundo operístico. El Diario de Murcia, que dirigía el insigne Martínez Tornel, se hace eco de la presencia de Gayarre en nuestra ciudad y publica todo lo concerniente a su estancia entre nosotros. Dice así: «Llegó a esta ciudad el eminente tenor Julián Gayarre, que por la noche estuvo en Romea, para ver y saludar a la señorita Mendoza Tenorio que celebraba su beneficio con Los Amantes de Teruel y La Casa de Campo. El gran Gayarre, que ocupó la platea del señor Conde de Campo Hermoso, obsequió a la beneficiada con una elegante corona, que recibió bajo una lluvia de flores. El teatro esa noche se vio totalmente ocupado. El ilustre tenor, también estuvo en la iglesia de Jesús y en la Catedral, donde oyó las magníficas armonías del órgano que tocó admirablemente don Julián Calvo, el que al ejecutar El Ave María de Gounod hizo que el eminente artista cantase espontáneamente el hermoso número del inspirado autor francés. Los pocos fieles que había en la Catedral y los amigos que tuvieron la suerte de oír al incomparable Gayarre, quedaron maravillados ante su prodigiosa voz».

OTRA TRÁGICA RIADA EN EL SIGLO XIX

Apenas cinco años después de la tristemente célebre ´riada de Santa Teresa´, 15 de octubre de 1879, Murcia volvió a perecer bajo las aguas cuando apenas se había recuperado todo lo perdido en aquellos días. Fue una catástrofe que sufrió la ciudad y la vega en el mes de mayo de 1884. El periodista Ramón Blanco y Rojo de Ibáñez escribió la siguiente crónica: «En la noche de 22 de mayo, Murcia y su huerta, quedaron destrozadas. Las noticias que de Lorca se recibieron, decían que las aguas inundaron totalmente los barrios de Santa Quiteria y la Merced, habiéndose refugiado sus moradores en el Santuario de la Virgen de las Huertas. Ante tales noticias, los vecinos del barrio del Carmen de Murcia, se refugiaron en la ciudad muchos de ellos llevando sus pobres ajuares. En el baluarte del Paseo de Garay (plaza de las Barcas) y en el ángulo inmediato al caño, se abrió un boquete a media noche, por efecto del desprendimiento de algunos sillares, por el cual, con poco más que hubiera subido el agua, el barrio de San Juan hubiera perecido bajo las aguas. En la huerta, las pérdidas fueron incalculables, mucho mayores que en la riada del 79 (se refiere, el autor, a la de Santa Teresa) en cuya época no hubo cosecha que recoger, por estar toda recogida y vendida. La Torre Guil y todo Sangonera se convirtieron en un lago perecediendo mucho ganado bajo las aguas. La cosecha de la rica campiña de Lorca, con motivo de la rotura de la presa de Calasparra, también se perdió en su totalidad».

FIESTAS A LA PROCLAMACIÓN DE CARLOS III

En el mes de noviembre de 1757 la ciudad de Murcia vive, durante varios días inmersa en fiestas ante la proclamación de Carlos III como rey de España. Se celebraron festejos de todo tipo de los que dan debida cuenta las actas del Concejo una vez que han terminado todas y a modo de resumen. «El día 4, festividad de San Carlos, se hizo en esta ciudad de Murcia la proclamación de nuestro rey y señor Carlos III. El día siguiente, 5, salieron dos carros con rey y reina y diversas máscaras que representaban a la Corte. El 6, los mismos carros recorrieron la ciudad. El 7 y 8 hubo toros en Santo Domingo. El 9 celebraron fiestas los escribanos. El día 10 se corrieron toros por las calles y al lunes siguiente se celebró una gran fiesta de toros en Santo Domingo con 12 toros. A la proclamación asistió el Regimiento de Algarbe con timbales y trompetas y algunas compañías de Sevilla, de caballería con timbales y trompetas, así como todo el Regimiento de Milicias. También hubo a la noche castillos de pólvora. Por su parte, las fiestas organizadas por la Iglesia, fueron el Te Deum y misa en la Catedral el lunes día 5. El martes, el Arte de la Seda, celebró su misa en San Agustín. El viernes fueron los Escribanos y procuradores que la celebraron en Santa Catalina. Asimismo, hay que dejar constancia de las composturas de calles, iluminación extraordinaria y cabalgatas».

EXPULSIÓN DE MOROS Y MORAS DE LA CIUDAD DE MURCIA

En la segunda mitad del siglo XVIII encontramos, en las actas del Concejo, un curioso escrito del entonces Regidor Juan Ignacio Navarro que alarmado por la presencia de numerosos «moros y moras» en la ciudad pide su expulsión inmediata. Estamos en 1756 y el escrito dice así: «Hallándose esta ciudad años hace en la apreciable posesión de no estar avecindados en ella, como en lo antiguo lo hubo, muchos moros y moras, enemigos de nuestra Católica Religión, se han introducido de poco tiempo a esta parte tantos que están informado pasaran de sesenta vecinos, con sus familias, llenando los que viven toda una calle y observando los ritos y ceremonias de su perversa y diabólica secta con escándalo y mal ejemplo de los que profesan la verdadera Ley de Jesucristo, a lo que se añade el estar pervirtiendo como ha pervertido a algunos moros esclavos que, ya casi catequizados, estaban resueltos a detestar sus errores y bautizarse para gozar de la vida eterna y se han retraído por tan sugestivos influjos, casándose con moras libres, rescatándose a este fin y volviendo a seguir su depravada secta. Y a los esclavos cristianos, con semejante roce, los exponen a incidir en muchas culpas como por propensión natural más fácilmente los inclina cualquier consejo que les abre paso al uso de vicios. Por todo ello pido que el Ayuntamiento se sirva proveer de la manera más efectiva para la expulsión de moros y moras libres, impidiéndoles las penas que las leyes prescriben si no salieren de esta ciudad y su jurisdicción en el brevísimo tiempo que se les señale».

LA VIRGEN DE LA FUENSANTA Y LA DERROTA DE NAPOLEÓN

Cuando en 1812 los ejércitos de Napoleón empezaban a abandonar España y nuestro país recobraba poco a poco la calma perdida durante la larga contienda frente al invasor, la ciudad de Murcia comenzaba también a salir de un periodo de estrecheces pues, si bien hay que tener en cuenta que nunca fuimos ´frente de combate´, si éramos ciudad de retaguardia a la que tanto los ejércitos de España como los de los aliados ingleses o incluso los franceses recurrían para el pago de impuestos y embargos para abastecer a las tropas. Fueron años de penurias económicas, desabastecimiento, saqueos e incluso epidemias y enfermedades que costaron más de veinte mil víctimas solo en la ciudad y la huerta. A esto hay que sumar a los llamados ´Voluntarios Realistas´. Tropas murcianas que se desplazaban al frente para apoyar la lucha de los españoles frente al invasor. Al mando de este pequeño ejército figuraba el General González Llamas que, tras ponerse bajo la protección de la Virgen de la Fuensanta a quien se había dado el título de ´Generala´, marcharon a Zaragoza donde fueron verdaderos héroes de la defensa de aquella plaza para quedar posteriormente, muchos de ellos, condenados al destierro y no volvieron nunca más a Murcia. Estas milicias, en la mayoría de los casos, quedaron mermadas y con numerosas bajas. Aquellos años supusieron para la ciudad, de nuevo, una ruina económica de los que tardaría muchos años en recuperarse. Aparte de la irreparable pérdida de vidas humanas. La ciudad se había preparado para luchar contra el invasor e incluso (según mapa que publicamos) se llegó a hacer un plan de ataque a las tropas napoleónicas siguiendo en gran parte la táctica empleada por el obispo Belluga, casi cien años antes, en la célebre batalla del Huerto de las Bombas. Si en aquella ocasión de la guerra de Sucesión, los murcianos, inundaron la zona donde los proyectiles del Archiduque Carlos caían sobre la huerta para que su impacto fuera menor, en esta defensa ante la invasión francesa se estableció un plan similar, pero en ese caso se trataba de inundar toda la extensión de la huerta haciendo saltar todas las acequias al objeto de frenar la carga de la mortífera caballería de Napoleón. Pero nunca se produjo ese ataque y Murcia se libró del desastre que sí ocurrió en otras ciudades de España. Al final, Napoleón tuvo que retirarse de España sin haber conseguido su propósito. Pues bien, nada más conocerse la noticia de la salida de las tropas napoleónicas de suelo español un regidor del Concejo murciano, cuyo nombre no figura en el bando, publicó un escrito agradeciendo a la Virgen de la Fuensanta su intercesión y pidiendo que el pueblo murciano saliera a dar gracias a la patrona. Dice así: «Este bello simulacro, a cuya protección nos acogimos al momento de lanzar el grito de nuestra libertad, ha correspondido con tanto amor al encargo de Generala de nuestras armas, que ha hecho temblar a los franceses en las dos ocasiones que han permanecido en nuestra capital, y no ha permitido la profanación de ningún templo o edificio. Salga, pues, como en triunfo a ser bendecida por todos los habitantes de Murcia y publíquese con toda la efusión de nuestro corazón que nuestra Madre y Patrona María de la Fuensanta es la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel y la honra de nuestro pueblo murciano».