Les daba con un palo, los obligaba a seguir caminando incluso cuando las patas les sangraban, les pateaba si estaban en el suelo. Maltrataba a sus equinos, una yegua y un poni hembra, hasta el punto de negarles comida y agua. Lo pillaron en 2012 en La Arboleja, y ahora ha salido su sentencia.

El Juzgado de Lo Penal nº 2 de Murcia ha condenado a un hombre a ocho meses de cárcel por «un delito continuado de maltrato animal doméstico». Asimismo, se le prohíbe tener animales durante tres años. No obstante, el juez suspendió la ejecución de la pena privativa de libertad «por un plazo de dos años». «La suspensión de la pena queda supeditada a que el penado no vuelva a delinquir durante el plazo de dos años», detalla la sentencia.

La sentencia es firme y no cabe recurso contra ella.

Al poni que tenía, en concreto, el ya condenado lo obligaba a tirar de un carro «con una carga pesada, a consecuencia de lo cual cayó al suelo, extenuada, sangrando por el hocico y con llagas en la cara por el correaje que le había colocado». Una vez, en enero de 2012, «para conseguir que se levantase, comenzó a golpearla de forma insistente, propinándole golpes con palos y patadas hasta conseguir que se levantara, sin permitirle descansar ni proporcionarle agua, provocándole al animal heridas ulcerosas en lomo y patas», apunta el juez.

Cuatro meses más tarde, el hombre apaleo a la misma poni cuando esta se desplomó, en la calle La Mota, mientras cargaba enganchada a un carro de hierro.

Entonces un vecino auxilió al equino y le dio agua. No obstante, «cuando el acusado consiguió ponerlo en pie, continuó el trayecto transportando el carro».

Este vecino de La Arboleja tenía, además, una yegua, a la que dejó abandonada el mismo día que la Guardia Civil le requirió para que se presentase en sus dependencias. También abandonó a la poni.

A la yegua la dejó (sin comida ni agua, como parece era costumbre de este maltratador de animales) en un terreno en el carril de los Repines. A la poni, en un huerto sin cercado, atada a un árbol. Cuando la encontraron, tenía llagas en la cabeza y en el lomo, y estaba sangrando por el morro.

Fueron varios vecinos los que pusieron en conocimiento de la Benemérita lo que este hombre acostumbraba a hacerle a sus caballos. Así, en junio de 2012, fueron rescatados de su calvario.

Desde que fueron salvados por orden judicial (hace ahora cuatro años), ambos animales viven en la protectora de equinos Agarrofet en Tarragona.

Allí se les cuidó y se les dispensó la atención necesaria para que sanasen de sus heridas: curas diarias de las úlceras, aplicación de vendajes, desparasitación y adecuada nutrición, recuerda el juez. Los caballos, una vez en su nuevo hogar, fueron recuperando peso y las heridas se hicieron cicatrices. Además, volvió a crecerles el pelaje.