Hasta que no se construyó la Prisión Provincial (Cárcel Vieja) los presos residentes en Murcia malvivían hacinados en mazmorras medievales, en un caserón, llamado Casa Corrección, en la calle Vara del Rey. Esta casa se encontraba en la ruina literalmente, en 1883 se hundió parte del tejado. Anteriormente había existido cárceles en el edificio de la antigua Inquisición (después redacción del diario El Liberal y actualmente sede del Colegio de Arquitectos de Murcia) y en la parte posterior del Ayuntamiento, la Cárcel Real, que fue derribada en 1863 para trasladarse a un edificio de la Administración Central en la calle Vara del Rey.

Había que construir un centro penitenciario más moderno y para realizar este proyecto la Diputación Provincial adquirió unos terrenos pertenecientes a la Marquesa de Salinas, al norte de la ciudad de Murcia, adquiriendo los terrenos gracias a donaciones como la que hizo el senador vitalicio Ángel Guirao Girada, que entregó 5.000 pesetas.

El periódico El Liberal propone en 1904 la construcción de una nueva prisión afirmando que el Ayuntamiento disponía de planos y presupuesto para construirla, ya que se había adquirido el terreno para ello en la zona llamada Torre de la Marquesa.

En 1922, será de nuevo el periódico El Liberal el que denunciaba junto al propio director de la prisión, José Martínez García, la situación en que vivían los presos: «En estos crudísimos días de invierno, hay un gran número de individuos presos, que no solamente carecen de mantas y colchones, sino hasta de la ropa más indispensable para abrigar sus ateridos miembros. Como consecuencia de ello, a parte de la insalubridad del edificio, son numerosísimos los catarros bronquiales, y otras dolencias semejantes, que vienen a empeorar la tristísima situación de tanto desgraciado». Se pedía la ayuda de los murcianos para que se dignaran aminorar tanta calamidad. En septiembre de 1920, el doctor neoyorkino J. M. Gershberg visitó Murcia en viaje de estudio, y dio una conferencia en el paraninfo del Instituto.

En 1922, aparecía un libro del citado con el título Observando España, donde se estudian diversos aspectos de la vida nacional.

En esta obra, el autor, refleja las impresiones de un extranjero acerca de los servicios públicos y, especialmente, los higiénicos de nuestro país. Con respecto a la cárcel de Murcia, la describe como «un nido de miseria», en el que «el olor es intolerable». «Los dormitorios -agrega el autor- oscuros, son verdaderas cuevas, sin sol y sin aire, pues sus ventanas son pocas y pequeñas. Existe en ellos tal aglomeración, que donde se pueden colocar diez, duermen hasta veinte y cinco y treinta presos, en una atmósfera que va minando su existencia física y mentalmente».

El 28 de octubre de 1925, se reanudaban las obras, y dos años después, viene a Murcia el director General de Prisiones a supervisar las obras de la nueva cárcel. Tras ver la prisión de Vara del Rey, reconoció que el lugar en el que se hacinaban los presos era de los peores que había conocido. El domingo 26 de mayo de 1929, se inauguraba el nuevo centro penitenciario, siendo bendecido por el obispo Vicente Alonso Salgado. La cárcel comenzó a funcionar el 8 de junio de 1929, lo que supuso un gran avance en las condiciones sanitarias de los presos. La Cárcel Vieja de Murcia mantuvo su actividad hasta 1980, año en que cesó de cumplir sus funciones por la apertura de la nueva Prisión Provincial, ubicada en la pedanía murciana de Sangonera la Verde.