«¿Es aquí donde viven los curas?», le preguntaba una niña a sus padres a las puertas del Palacio Episcopal, donde un año más, ayer se cumplió con la tradición de tomar boniatos dulces y mistela para celebrar la festividad de San Fulgencio, patrón de la Diócesis de Cartagena.

La curiosa niña formaba parte de una importante marea que accedía al patio del Palacio en torno a la una del mediodía, después de que la curia celebrase una misa en rito hispano-mozárabe en la Catedral, que estuvo presidida por el obispo, José Manuel Lorca Planes.

El dulzor del boniato, macerado con canela y mucha azúcar durante más de un día, embriagó los paladares agradecidos de los fieles que, tras la eucaristía, acudieron al patio del Palacio Episcopal: «Venimos hace ya años», comentaba Juan a los vecinos de la improvisada mesa. Y su compañero apostilló: «Yo ya ni me acuerdo de cuándo fue la primera».

La tradición de tomar boniatos y mistela el día de San Fulgencio nace de la solemnidad con la que en el seminario de la Diócesis se vivía la festividad antaño: «La única excepción en la alimentación del día era un boniato en azúcar», explicó Lorca Planes. «No había para tirar la casa por la ventana en el seminario y ese era el modo de celebrarlo». Una tradición que el Obispado recuperó hace «unos veinte años» y a la que cada vez acude «muchísima más gente», dijo Lorca Planes.

«Muchos», apuntó el obispo, «no han probado nunca este elixir, esta delicia». Y qué mejor momento, aseguró el prelado, que después de misa. Distinta opinión tuvieron muchos de los invitados más pequeños del festín, que pusieron caras raras al probar el dulzor de esta tradición a instancias de sus padres. Habrá que seguir llevándoles a la cita.