Las representaciones sacras en los templos, a partir de la Edad Media, constituyen el germen del teatro moderno y contemporáneo; representaciones o puestas en escena que servían para hacer asequibles al entendimiento humano los misterios de la Redención y concretamente del nacimiento, vida y muerte del Mesías, Jesucristo.

Vinculadas al nacimiento del Redentor el teatro eligió ciertos momentos como la propia Natividad y la adoración de los Reyes Magos, los cuales han sido temas inagotables de inspiración para los artistas de todos los tiempos. En la Región de Murcia, el Auto de Reyes, en sus diversas variantes, y los belenes vivientes, son en la actualidad las representaciones sacras más frecuentes dentro del ciclo navideño. A ello hay que añadir la escenografía del Nacimiento en el transcurso de la misa de media noche, popularmente conocida como ´misa del gallo´ en la Nochebuena Murciana, en varios templos de la Comunidad Autónoma.

La más antigua de estas escenografías del Nacimiento tiene lugar en la pedanía capitalina de Patiño, en el corazón de la Huerta, donde desde 1912 el Niño Jesús llega desde el cielo hasta el altar mayor del templo parroquial en el momento del ´gloria´ de la misa del gallo.

Fue el sacerdote D. José Robles López (primer cura rector de la localidad), quien para la mejor comprensión de los fieles del misterio del Nacimiento, inventó junto a los colaboradores de la parroquia, aquella ´aparición´ en la que una imagen del Niño llegaba desde el coro del templo, donde un decorado de papel representaba el cielo.

En el momento indicado se rompía el firmamento y, mediante un sistema de cordelería de hijuela, la imagen del Niño descendía lentamente a lo largo de la vía sacra del templo hasta llegar al belén instalado en el presbiterio del mismo, donde aguardaban S. José, La Virgen y el resto de los personajes tradicionales.

El nacimiento de Dios en Patiño se ha sucedido sin interrupción desde entonces (salvo en el período bélico de infeliz recordación) y tiene anécdotas que lo arropan, como la ocurrida a María Serrano, quien salvó la imagen de la quema en el verano aciago de 1936, arriesgando su propia vida. Años después, durante una Nochebuena, falló el sistema de cordelería, desprendiéndose el Niño, que fue a parar a los brazos de la Serrano a mitad de su recorrido (hoy desciende por cable de acero), lo que fue interpretado por la concurrencia como un gesto de agradecimiento del propio Dios, concurrencia que años más tarde, tras su muerte, decidió que sobre su cadáver permaneciera aquel mismo Niño durante el velatorio en el tanatorio.

La imagen del Niño Jesús que cada nochebuena nace en Patiño, mientras los auroros entonan villancicos de aguilando, es el que a lo largo del año tiene en sus brazos la Virgen del Carmen, patrona de la Hermandad de Ánimas, institución que cuida de las tradiciones locales y que organiza las tres misas de gozo previas a la Navidad, este año en la víspera de la Purísima, los sábados 12 y 19, y la propia nochebuena, herederas de novenario de misas que antaño tenían lugar al amanecer de los nueve sábados previos s la Navidad.

Antes Manolo ´el Patiñero´ y ahora su discípulo Francisco ´el Floristero´, se encargan de improvisar en versos octosílabos de rima perfecta, la narración de cuanto acontece en el interior del templo de Patiño, mientras el Niño llega lentamente al altar desde el cielo local.

El grupo de auroros que lo arropa suena esa noche de manera muy especial y aporta autenticidad y valor añadido a otras representaciones donde el Niño Jesús baja desde las naves góticas o renacentistas de templos monumentales, acompañado de efectos de megafonía, luces y flores. En Patiño el Niño Dios nace cada nochebuena en la humildad de un templo huertano, al son de música de ángeles contemporáneos, ante la expectación de propios y extraños que abarrotan las naves del templo, en un espectáculo sacro que nunca a nadie decepciona.