MURCIA PIDE AGUA A FERNANDO VII. La escasez de agua, la falta de recursos hídricos y la situación de sequía que, secularmente, han asolado la huerta de Murcia ha sido motivo en repetidas ocasiones, a lo largo de la historia, para que estas tierras sedientas pidieran ayuda para salir de tan graves situaciones. El caso que nos ocupa lo encontramos durante el mandato de José Enjuto al frente del Consistorio murciano coincidiendo con el nacimiento de la infanta María Isabel Luisa, futura Isabel II, y con ocasión del viaje a Madrid para rendir pleitesía a la neófita. Los hechos, acreditados por la pertinente documentación, se desarrollaron de la siguiente manera. El 11 de abril de 1833, Fernando VII envía, desde Madrid, una real carta al concejo de Murcia en la que se expresa en los siguientes términos: «Que habiendo señalado para el veinte de junio siguiente el acto, por el cual, todos sus Reinos e vasallos, juren a la Serenísima Infanta doña María Isabel Luisa, como Princesa heredera de estos Reinos, en la iglesia del Real Monasterio de los Jerónimos, de la Villa de Madrid, han de enviarse dos diputados por Murcia y provincia para que presten el juramento a su muy amada hija y a falta de varón en la sucesión». El Concejo de Murcia designa a don Fulgencio Fuster López de Oliver, conde de Roche, y don Agustín Braco Meseguer, quienes deberían hallarse en la Corte en el día primero de junio del año en curso al objeto de que, antes del día señalado por la Corona para tan solemne juramento, puedan reunirse con su Majestad y despachar asuntos que conciernan a estas tierras de su Reino. Próximo el viaje se reúne el Concejo murciano y elaboran una lista de solicitudes y demandas al soberano para que sean tenidas en cuenta. Este es un extracto del pliego donde se recogen estas solicitudes de los murcianos a su majestad Fernando VII: «Que se establezca en esta ciudad el Seminario de Nobles bajo la dirección de los Padres Jesuitas. Otro seminario para las Cátedras de Leyes y Grados y demás que están concedidos al Seminario Conciliar de San Fulgencio. Proponer al Rey los arbitrios necesarios con que pueda construirse la carretera desde la villa de Albacete hasta la plaza de Cartagena. Dar cuenta, así mismo a su Majestad, de la aparición en los campos de Lorca y huerta de Murcia y otros muchos lugares de una dañina plaga, llamada ´Paulina´ tratándose de un insecto con alas, color semejante a la tierra, de pequeño tamaño y que devora las cosechas devastando las plantaciones. Y por último, no menos importante, figura en la relación de las solicitudes a la corona esta petición concreta: Pedir a Su Majestad que se restablezca la Junta del Canal de Huescar que proyecta trasvasar a esta provincia de Murcia las aguas de los ríos Castril y Guardal y que ya fuera aprobado por su serenísima Majestad en el año de mil ochocientos diecinueve pero que hasta la fecha no se ha realizado nada al respecto ni se conoce cuando podrán empezar los trabajos para hacer llegar a Murcia la tan necesaria agua». Desconocemos si los señores comisionados por el Concejo murciano plantearon al rey Fernando VII esta demanda. Lo que si sabemos, la historia lo ha confirmado con el paso de los años, es que jamás se realizó este trasvase de caudales y desconocemos si fue por falta de presupuesto, desinterés de la Corona o incluso por los graves acontecimientos que se precipitaron a finales de aquel año de 1833 sobre España. Por un lado, la guerra fratricida con los partidarios de don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, que se oponían a que la Corona pasara a manos de una mujer y algo mucho peor y que causó centenares de miles de pérdidas humanas: la epidemia de cólera que asoló a este país de la que Murcia no se libró y que, incluso, costó la vida al Regidor del Concejo, don José Enjuto, que tanto empeño había puesto en solicitar el trasvase de aguas para el Segura. Pero esta tristemente célebre epidemia de cólera y sus terribles consecuencias sobre la provincia de Murcia son ´otra historia´.

TRADICIÓN DE ÁNIMAS Y ANIMEROS. Desde siempre, en la huerta y campos de Murcia, existió la figura del ´animero´ que, bien solo o en compañía de otros, recorría en las frías madrugadas del invierno, los caseríos para recaudar fondos para la Hermandad de Ánimas de la parroquia o ermita. Un dinero que, en todos los casos, cubría los gastos de sufragios por los hermanos fallecidos. Con un farol en la mano recorría los caminos y al llegar a la casa llamaba y al preguntar quién era contestaba haciendo sonar la campanilla que portaba y diciendo «las ánimas benditas». Así le abrían la puerta y le daban la limosna de costumbre entonces, el animero, contestaba: «Las ánimas os den el pago»; si por el contrario no se lo daban siempre replicaba: «otro día será si Dios quiere y nos da vida para verlo». También la figura del animero era utilizada por las madres para «asustar» a los chiquillos cuando estos se portaban mal. Se solía decir: «Si no te comes la cena llamo al animero» o «pórtate bien que ya sabes que por la noche viene el animero». Esta devoción a las benditas ánimas del purgatorio siempre ha tenido en Murcia una gran repercusión en la religiosidad popular, de ahí que se conozcan letras de dichos, cantares y oraciones dedicadas a ellas: «A las ánimas benditas/No te pese hacer el bien/Sabe Dios si tú, mañana,/Serás ánima también/Si te quemas una mano/¿Qué dolor no pasarás?/Acuérdate de quien arde/Y en el purgatorio está/A las ánimas benditas/Nadie les cierre su puerta/Con decirles que perdonen/Se van ellas muy contentas». También existe la creencia popular, que se mantiene hoy en día de que, si rezas un padrenuestro a las ánimas, estas te despiertan a la hora que le pidas sin necesidad de que suene el despertador.

PARA CORTARSE LAS UÑAS. En los campos y la huerta de Murcia hubo una serie de supersticiones o creencias populares que, con el paso de los años, se han ido perdiendo de la memoria colectiva pero que estuvieron muy presentes en la vida de quienes nos precedieron. Una de ellas, que se respetaba al máximo, era la costumbre que se cumplía para cortarse las uñas. Así, por ejemplo, muchas personas se las cortaban los lunes, pues se decía que, al hacerlo ese día de la semana jamás te dolerían las muelas. Si bien las mujeres esperaban al viernes para no ser desgraciadas en su vida. Un dicho popular decía: «Si no te cortas las uñas en viernes, la desgracia tienes en ciernes».

LA MARSELLESA ZARZUELA OLVIDADA. Tras los sangrientos atentados de París, el himno nacional francés se ha escuchado en todo el mundo y se ha hecho más conocido todavía de lo que era. Homenaje a las víctimas, actos patrióticos, incluso eventos deportivos han sido escenarios donde se ha cantado La Marsellesa. Pero en Murcia hemos olvidado que uno de los mayores compositores que ha dado esta tierra a la música universal, Manuel Fernández Caballero, compuso en su día una preciosa zarzuela, una obra más cercana a la ópera por el gran número de cantables, que recrea la figura del compositor del himno francés y su trágica muerte. Hoy, incomprensiblemente, esta zarzuela ha caído en el olvido, cuando en su momento fue una de las más representadas y supuso para su autor un éxito incuestionable. Con libreto de Ramos Carrión la acción se desarrolla durante la revolución francesa. El libretista construye, alrededor de la figura de Rouget de L´Isle, una historia de amor, celos, traición, intriga y abnegación que conforma un sólido melodrama. La Marsellesa ofrece una partitura extensa (veintitrés fragmentos musicales) con la particularidad de su cercanía a la ópera como hemos dicho antes. La música se adapta con precisión al dramatismo de la trama, tanto en las escenas íntimas, en las que siempre brilló la gran inspiración melódica de nuestro paisano Fernández Caballero, como en los grandes concertantes y números corales, llenos de dramatismo y amor patriótico. La partitura del himno francés fue utilizada repetidamente a lo largo de toda la obra como base para diversas escenas. En 1876 se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid La Marsellesa. El éxito fue tan grande que el final del acto primero se repitió tres veces con el público puesto en pie. La prensa y la crítica se deshicieron en elogios hacia el compositor murciano hasta tal punto que, la partitura, fue solicitada por el Gobierno de Francia al conocer el éxito de la obra basada en su himno nacional. Hoy esa hermosa página de la historia de la música ha caído en el olvido y solo queda una referencia en el monumento al compositor de la plaza de Romea, donde se lee, el título ´La Marsellesa´ en la relación de sus obras.

DEVOCIÓN EN CARTAGENA AL ´CRISTO MORENO´. Habla la tradición y cuenta la leyenda de un crucifijo salvado de la corriente de un río, por gentes piadosas. La escultura, de tamaño natural, estaba tallada en madera y la figura de Jesús era de un color muy moreno por lo que, desde el primer momento del hallazgo, se le llamó cariñosamente ´Cristo moreno´. Era tal la devoción que había hacia la sagrada imagen que encontrándose muy enfermo Manuel primogénito del Duque de Veragua, éste, prometió que si el niño sanaba de aquel mal sin cura levantaría una capilla en la Catedral Antigua de Cartagena para que recibiera culto público en el que era el principal templo de la Diócesis. Sanó el niño y el Duque cumplió su promesa, construyendo a su costa una capilla en 1690 para que este Cristo recibiera culto exclusivo en señal de eterno agradecimiento. Se trataba de un retablo del más puro barroco de finales del siglo XVII. Fue bendecida la capilla y entronizado el santísimo Cristo en el centro del altar en una solemne función religiosa que tuvo lugar el 21 de enero del año 1691. A ambos lados de la capilla se colocaron dos grandes tapices italianoscon las armas de los Veragua bordadas en oro sobre terciopelo.