La ordenanza para luchar contra la prostitución en el municipio de Murcia, en vigor desde otoño de 2013, contempla sanciones tanto para trabajadoras del sexo que ejerzan en la vía pública como para sus clientes. Además, la norma fija una distancia mínima de 300 metros para ejercer este trabajo cerca de colegios y núcleos urbanos. La ordenanza prevé sanciones que van desde los 750 hasta los 3.000 euros, dependiendo de si se consideran leves, graves o muy graves.

La polémica Ley Mordaza también persigue la prostitución. Lo hace en su artículo 38.11. Al igual que la ordenanza de Murcia, prevé sanciones tanto a quienes oferten como a los que demanden servicios sexuales en plena calle.

«No molesta que lo hagan: molesta que se vea que lo hagan», tiene claro Daniela, de 36 años. «Si una chica recibe en su casa, si no se pone en la calle a ofrecerse, a nadie le puede parecer mal: si es que no se entera nadie. Nos molesta ver, y es muy hipócrita eso también», argumenta la mujer, de origen sudamericano y hasta hace unos meses residente en El Carmen, uno de los barrios de la capital murciana en los que los vecinos más denuncian que la prostitución callejera les molesta y acarrea problemas.

«Una mujer puede decidir libremente alquilar su cuerpo. Porque no lo vende, lo alquila», explica María (nombre ficticio), murciana ahora residente en Madrid que ejerció la prostitución «por probar» cuando tenía 25 años.

«Recibir en casa es como recibir a tus amigos. Si viene un amigo a mi casa, practicamos sexo y después él me da 50 euros para terminar el mes, ¿en qué perjudica eso a la sociedad? ¿Por qué exactamente se supone que pierdo yo mi dignidad?», remarca la joven, quien, no obstante, puntualiza que «la trata hay que perseguirla siempre, porque esas mujeres son esclavizadas. Pero la prostitución libre, no habría que perseguirla bajo ningún supuesto».

Desde el colectivo Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia sostienen que, en general, «las asociaciones de mujeres e incluso algunas agrupaciones feministas, todavía ofrecen valores sexuales tradicionales disfrazados de valores 'liberadores feministas' y que sirven indistintamente tanto a los gobiernos de izquierdas como de derechas». En este sentido, consideran que «es bastante retrógrado que a día de hoy se insista en 'arreglar', 'reeducar' o 'corregir' aquella sexualidad femenina que no corresponde con el modelo reproductivo y monógamo».

«Si además, hablamos de una mujer que utiliza su sexualidad para obtener beneficios económicos, el rechazo es mayor. Bajo el discurso del abolicionismo, el sexo, es algo tan puro que no se puede vender y que, si se vende, te denigra. Para el feminismo tradicional solo una sexualidad romantizada evita la degradación de la mujer», manifiestan.

"No hay cifras de explotación"

Acerca de la trata, desde Mujeres Jóvenes aseguran que «en nuestro país no existe ninguna investigación rigurosa y contrastada que calcule cuántas mujeres ejercen la prostitución por iniciativa propia o por coacciones».

«Sin embargo, eludiendo toda objetividad, existe la creencia de que la mayoría de mujeres que ejercen la prostitución lo hacen porque son obligadas o explotadas por mafias. Incluso se maneja la cifra de que el 90% son explotadas, pero nunca se cita de dónde se sustrae y bajo qué muestra emerge semejante dato», apostillan.

En este colectivo tienen claro que «es importante que exista siempre la posibilidad de alternativas a la prostitución, tal y como existen otras posibilidades para las personas que trabajan en hostelería o en la minería».

«Pero las opciones no pueden sustentarse en datos que no existen, en la presión por imponer un modelo de sexualidad femenino romantizado o en la criminalización de aquellas mujeres que quieren continuar en la prostitución», subraya la asociación. Mientras tanto, la Policía informa casi a diario de la detención personas que explotan mujeres. «Explotan hombres. Esto es un asunto machista», dice María.

¿Qué pasa cuando son hombres?

La molinense Loola Pérez, presidenta de Mujeres Jóvenes, resalta que «es imposible pensar con distanciamiento crítico sobre la prostitución si se aboca el comportamiento sexual de las mujeres a un ejercicio de virtud».

Para explicarlo, la joven recuerda que «existe, aunque en un porcentaje menor, la prostitución masculina y de personas transexuales y, en cambio, los hombres no se 'degradan' cuando mantienen sexo por dinero».

«Nunca he escuchado de boca de ningún discurso abolicionista decir «ese hombre se degrada por ser puto». Se dedique o no a la prostitución, a un hombre nadie le señala una supuesta falta de dignidad por el número de encuentros sexuales o por la variedad de parejas sexuales que mantenga», denuncia la joven.