Mañana, 30 de noviembre de 2015, se cumple un siglo de la inauguración del edificio Convalecencia. Ese día, hace 100 años, coincidiendo con la festividad de San Andrés, patrón de la institución benéfica, se realizó de manera solemne, en pleno corazón de Murcia, la inauguración del edificio.

Desde 1987 el inmueble es sede del Rectorado de la Universidad de Murcia. Por el edificio han desfilado escritores y artistas, embajadores, rectores, empresarios y políticos, que han puesto de relieve su íntima relación con la sociedad de una universidad centenaria.

Y además de todo ello, ha sido el lugar de trabajo de cientos de profesionales de la Universidad de Murcia durante más de cinco lustros, al igual que para los seis equipos rectorales que durante este tiempo han ocupado el gobierno de la principal institución murciana de estudios.

Un edificio «suntuoso»

Aquel 30 de noviembre de 1915, la prensa se hizo eco con profusión del acto, calificando el edificio de «suntuoso», y alabando «el buen gusto que ha presidido en la ornamentación y mobiliario».

El diario El tiempo proporcionaba ese día, en su edición de tarde, una extensa crónica en la que realizaba un prolijo recorrido por el inmueble: en la planta baja destacaba la capilla, de estilo gótico, presidida por un retablo obra de Anastasio Martínez. En la misma planta existía también una sala de juntas y, anexo, el despacho del director, en aquellos momentos, el chantre de la Catedral, Jesús Romero. Albergaba también aquella planta baja los comedores para los enfermos, con «luz abundante y magnífica ventilación», con dos mesas de mármol y pie de hierro.

La primera planta o planta principal -ocupada en la actualidad por el despacho del rector y el secretario general en su ala derecha, y el del Presidente del Consejo Social en la izquierda-, albergaba cuatro grandes dormitorios comunes, dos para hombres y dos para mujeres. El mobiliario no podía ser más austero: junto a cada cama había un lavabo, una mesilla de noche y una silla.

Fue un hospital

El nuevo director del centro, Jesús Romero, informó al prelado de que existía la posibilidad de acoger a más enfermos, por lo que, una vez autorizados por éste, se cursó solicitud a la Santa Sede para ampliar su número hasta los 28 totales.

El último piso del edificio, es decir, la segunda planta, hoy destinada a los despachos de los vicerrectores, se destinaba a las habitaciones del director del establecimiento y de las hermanas de la Caridad, que prestaban sus servicios de asistencia a los convalecientes. «Los desvalidos, que por la caridad del señor Romero encontrarán el remedio de su dolencia en ese período en que les es más necesario el cuido», acababa afirmando el citado reportaje.

Sus orígenes

A comienzos de 1912, el diario El Liberal aludía ya a «la magnífica reedificación de la Convalecencia, que se está concluyendo con fondos de fundaciones también eclesiásticas, prueba que no son estos tiempos tan malos como se suponen». El artículo afirmaba que la nueva Convalecencia «ya se alza artística, alegre y grandiosa entre los monumentales edificios que decoran la orilla izquierda del río desde la Glorieta hasta la plaza de las Barcas», proponiendo sustituir este nombre por el de quien hizo posible esta nueva construcción.

En 1915, el Hospital de la Convalecencia era ya un hecho. En julio de 1915, con motivo del fallecimiento de Manuel Mérida Pérez, Chantre de la Catedral, el diario El Tiempo dice lo siguiente: «El antiguo y destartalado edificio que tuvo la convalecencia [?] se ha convertido en un suntuoso palacio en donde los convalecientes encuentran los medios para restablecer sus fuerzas».

Un edificio por 1.000 euros

El coste de la nueva obra, adjudicada en pública subasta, había ascendido a 178.000 pesetas, en la actualidad, poco más de mil euros.

El nuevo edificio pronto se convirtió en referencia de esta parte de la ciudad. El cronista de Murcia José María Ibáñez proclamaba en un artículo, publicado por el diario La Verdad en un especial de diciembre de 1922, que la obra, por su importancia y prestancia, daría nombre a José Antonio Rodríguez, el arquitecto municipal a cuyo cargo corrieron el proyecto y la dirección de la misma. Este arquitecto había ya realizado seis años antes la Casa Díaz Cassou, y casi al mismo tiempo que el edificio de la Convalecencia realizó la Casa de los Nueve Pisos. También es obra suya el edificio de la Ferretería Guillamón.

«El sitio -afirmaba José María Ibáñez-, amenísimo por sus deliciosas lontananzas, la amplitud de los aposentos, la riqueza de materiales, en adecuidad (sic) con las sobrias y elegantes líneas del proyecto ejecutado, dan al edificio el aspecto de un palacio, levantado en beneficio de aquellos desgraciados que, en su indigencia, carecen de medios (alimento y casa) para el recobro de su salud».

Heridos del desastre de Annual

En 1921, la campaña de Abd el-Krim y el desastre de Annual provocaron numerosas bajas en el ejército español, y fueron muchos los heridos que comenzaron a llegar a nuestro país. En Murcia se hicieron cuestaciones, se recaudó dinero y los comercios se volcaron con los heridos. Las papelerías se ofrecieron a facilitar el papel y los sobres que necesitaran los soldados para escribir a sus familias.

El patronato de la Convalecencia ofreció el inmueble para «alojar a enfermos convalecientes de la campaña». Jesús Romera animó a las autoridades civiles y militares, según sus propias palabras, a que «si lo tenían a bien», fueran «mandando a todos los soldados convalecientes a este benéfico establecimiento, donde se les facilitarán todos los medios necesarios para recobrar su salud».

La Guerra Civil

La contienda civil impulsó a destinar el edificio de la Convalecencia a otros usos. El primero fue como Comisaría Civil de la Base de Murcia, encargada del reclutamiento de voluntarios para el ejército. Al año siguiente se instalaría en el edificio el Comisariado Político, encargado asimismo de gestionar la incorporación de los nuevos voluntarios al ejército; y, más tarde, se instaló en la Convalecencia la Comandancia Militar.

En fechas ya próximas al final de la contienda, los sótanos de la Convalecencia acogieron el refugio número 14 de la ciudad de Murcia, «en perfecta disposición de ser utilizado en caso de alarma y bombardeo aéreo». Su sólida construcción y gruesas paredes ofrecían un refugio seguro a los murcianos.

Intentos de venta

En junio de 1942 la Junta de Patronos Administradores solicitó al ministerio de la Gobernación la autorización para vender el edificio, por considerar que ya no era adecuado para acoger a convalecientes.

Posteriormente, el edificio se dedicó durante unos años a Gobierno Militar y, más adelante, albergó a sacerdotes ancianos e impedidos.

En 1978, Pedro Pérez García, chartre de la Catedral de Murcia y administrador de la Fundación, ofrecía la finca a las autoridades murcianas. Pérez García defendía el edificio de la Convalecencia como «uno de los más nobles de Murcia, por su ubicación, solidez, buen estado de conservación y dimensiones (3.109 metros cuadrados, divididos en tres plantas y sótanos)».

La UMU adquiere Convalecencia

El rector José Antonio Lozano Teruel es quien se interesa por el inmueble. En esos momentos de comienzos de los años ochenta, la Universidad de Murcia sufre un agobiante problema de espacio y sus instalaciones resultan insuficientes para albergar los diferentes centros, así como a 1.300 profesores y miembros del Personal de Administración y Servicios y los más de 15.000 estudiantes que cursan alguna titulación en el centro.

El ministerio de Educación y Ciencia ofreció comprar el inmueble por 80 millones de pesetas. El edificio se sometió a una profunda remodelación liderada por el arquitecto Manuel García Cerdán y, en junio de 1987, el equipo del rector Antonio Soler y distintas dependencias comienzan a trasladarse a la Convalecencia.

En sus casi 30 años como sede del Rectorado de la Universidad de Murcia, el edificio de Convalecencia se ha convertido en un referente de la cultura, de la ciencia, de la investigación? En sus dependencias se han celebrado miles de exposiciones, presentaciones de libros, iniciativas culturales de toda índole, presentación de proyectos científicos y conferencias, y se han dado a conocer a la sociedad, a través de la prensa, los acontecimientos más diversos relacionados con el mundo académico.

Han pasado casi treinta años, pleno de actividad y de acontecimientos. Hoy, la Convalecencia es sinónimo de Universidad de Murcia. Y sus destinos están tan unidos que hasta el centenario de ambos: edificio e institución se celebra el mismo año, con pocas semanas de diferencia: octubre y noviembre de 2015.