El padre de una de las víctimas, Bartolomé Mayol, y capataz de las obras, comentó, todavía en estado de shock, que no podía explicarse lo ocurrido, puesto que él en ese momento no estaba en el lugar. «Me he librado porque tenía que ir a arreglar el coche; si no, me habría pillado a mí también ahí arriba», manifestó a LA OPINIÓN con lágrimas en los ojos. «Llevo 20 años en esta profesión y nunca me había pasado nada así», insistió conmocionado.

El albañil, padre de otro chico, no estuvo solo en ningun momento, y siguió todo lo que ocurría en torno a la obra desde la ambulancia del 061, donde no le dejaron solos los efectivos de la UME, ni los psicólogos de la UPAP. También estuvo acompañado por familiares y compañeros, que se desplazaron hasta el lugar a lo largo de la mañana y estuvieron allí hasta que finalmente se levantaron los cadáveres, lo que ocurrió al filo del mediodía.

Fuensanta Illán, jefa de la UPAP que se desplazó hasta la obra, destacó que lo primero que hay que atender en estos casos es a los familiares de las víctimas. «Hay que apoyarles en ese primer momento de la tragedia y luego ayudarles a iniciar el duelo, para que no se convierta en algo patológico», explicó.

Posteriomente, por la tarde, un equipo de esta unidad se trasladó al tanatorio de San Roque de Alcantarilla para atender a los familiares y amigos de los fallecidos.

Se da la circunstancia de que el joven fallecido, Bartolomé Mayol, es sobrino del inspector jefe de la Policía Local de Alcantarilla, que se llama igual. El inspector manifestó sentirse destrozado, al igual que el resto de la familia.

Gritos desesperados

Anastasia, una de las jóvenes que pasaba por la misma acera del suceso y que fue testigo presencial de lo ocurrido, relataba que el andamio comenzó a desplazarse hacia un lado. «Oí gritos desesperados y vi que se caía hacia un lado; ellos pedían ayuda», comentó, añadiendo que «el golpe fue brutal; hubiera sido un milagro que sobrevivieran».

El marido de otra pareja que presenció los hechos, y que prefirió mantenerse en el anonimato, explicó que «ha sido terrible; estábamos paseando como todas las mañanas cuando hemos oído un estruendo enorme y luego hemos visto mucha polvareda; mi mujer se ha puesto tan nerviosa que ha tenido que irse a casa a tomarse una tila».

«Yo he llegado a ver al que ha salido disparado y aún vivía, pero estaba en muy malas condiciones; el otro ha muerto en el acto», aseguró y comentó que «no es una experiencia por la que me gustaría pasar otra vez».

Diana, camarera del bar de enfrente del edificio, el ´Tirí, Tirí, Tirí´, tampoco salía de su consternación. Eran en torno a las 8.30 de la mañana cuando los dos obreros se acercaron al bar y pidieron dos manchados. «Como a los diez minutos de irse he oído un ruido muy fuerte y, al asomarme, había mucho polvo; y luego, mucha confusión», relató. «Se te queda el cuerpo fatal cuando piensas que lo último que se han tomado es el café que tú les he servido», manifestó Diana.