La influencia de la alimentación en la salud y el bienestar general está más que demostrada e investigadores de todo el mundo se encuentran ahora inmersos en trabajos que tienen como objetivo saber qué determina que un tipo de alimento tenga un mayor efecto en unas personas que en otras; y en poder cambiar esta tendencia cambiando la flora intestina gracias a trasplantes de las bacterias del aparato digestivo. Las dietas del futuro estarán determinadas por qué tipo de bacterias tenemos en nuestro intestinos.

Esto que parece sorprendente está muy cerca de ser una realidad y puede cambiar la vida a personas que sufren obesidad y, como consecuencia de esta, enfermedades cardiovasculares o diabetes. La flora intestinal parece determinante en cómo evolucionará nuestra salud y en saber más sobre esas bacterias descansa buena parte de las esperanzas en el ámbito de la nutrición y la medicina.

De todo esto habló la semana pasada el investigador del Cebas Tomás Barberán en su interesante discurso de ingreso en la Academia de las Ciencias de la Región de Murcia. Barberán centra sus líneas investigadoras en los alimentos y gracias a ellas ha descubierto importantes beneficios de la granada, los arándanos, el vino o el chocolate, entre otros.

Los polifenoles que contienen, al ser degradados por la microbiota intestinal se transforman en moléculas activas que tienen cualidades antiinflamatorias. Y eso, tiene infinidad de beneficios para la salud.

«El problema es que no todos aprovechamos de la misma manera los polifenoles», explica Barberán. De hecho, hay quien puede tener la constancia de tomar cada día unos arándanos o zumo de granada y no recibir apenas sus grandes beneficios.

Las investigaciones de Barberán se encuentran ahora centradas en desarrollar modificaciones de estos alimentos que contengan las bacterias apropiadas para que la flora intestinal pueda exprimir verdaderamente sus beneficios. La otra opción puede estar en el desarrollo de comprimidos que concentren esta microbiota para que se instale en nuestro organismo.

Los científicos tienen claro que hay tres grupos bacterianos en la flora intestinal y dependiendo de qué grupo prevalezca el individuo tendrá las condiciones para aprovechar mejor unos alimentos que otros.

Hoy por hoy, explica Barberán, todavía no están disponibles en el mercado test o pruebas que puedan decirnos qué grupo de bacterias tenemos; pero no está lejos. «Llegará un momento en que haya pruebas accesibles para todos y puedan decir si una persona tiene más tendencia a engordar si come una determinada carne o si le hace daño tomar otra», explica el investigador del Cebas.

Y en todo este ámbito de investigación se enmarca el futuro de los trasplantes de flora intestinal. «De hecho es algo que está realmente cerca y que se está ensayando, faltan permisos y que se desarrolle más, pero será una realidad muy pronto», sostiene Barberán, que cree que estos trasplantes podrán revolucionar el tratamiento de la obesidad y de las enfermedades que van ligadas a ella; en especial la diabetes tipo dos y las dolencias cardiovasculares.

Pero los beneficios podrían ir todavía mucho más allá y tener influencia también en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el parkinson o el alzhéimer. Explica Barberán que es conocido «que hay una prevalencia de un determinado tipo de bacterias microbióticas en los enfermos que desarrollan estas enfermedades. Ahora los científicos están tratando de demostrar si hay una causa efecto entre tener esas bacterias y que haya más posibilidades de desarrollar las enfermedades».

Desde que nacemos

La flora intestinal se va modelando en función de los alimentos que se ingieren, por lo que los hábitos de vida tienen un papel central en las enfermedades que pueden desarrollarse a lo largo de la vida. Dentro de esa correlación recientemente descubierta, Tomás Barberán remarca que «los hábitos alimentarios ejercen un gran efecto sobre el crecimiento de determinados microorganismos en nuestro intestino y los polifenoles, constituyentes por antonomasia de los alimentos vegetales, ejercen un papel relevante en la colonización y el mantenimiento de la microbiota intestinal».

Barberán añade que «estos microorganismos proporcionan cien veces más genes, conocido como el microbioma intestinal, que nuestro propio genoma, lo que indica la relevancia que tienen desde el punto de vista metabólico».

Pero el tipo de flora intestinal que tenemos empieza a determinarse desde el mismo momento del parto. Hay estudios que ya han demostrado que un bebé que nace por parto natural entra en contacto con las primeras bacterias de su vida a través de las paredes vaginales de su madre. Por el contrario, un parto por cesárea hace que las bacterias sean otras.

El investigador del Cebas sostiene que sobre todas estas cuestiones queda mucho por saber, pero que se está en el camino. Mientras se descubren y se llega al momento de las dietas personalizadas, evitar los alimentos tóxicos como el alcohol y las grasas es la mejor garantía de poder tener una flora intestinal que nos ayude a estar sanos.