«Le acababa de reñir». «Era un gran padre». «Siempre se estaba riendo». «No debí dejar que cogiera el coche». «Era muy travieso». «No pude despedirme de ella». Estos son algunos de los recuerdos que tienen cada día millones de personas en el mundo. Personas que han perdido a un ser querido. La muerte les ha robado a quienes más querían y no entienden por qué. Sienten impotencia, rabia, dolor... Quieren llorar, gritar al mundo lo que sienten, pero cuando se van a dar cuenta están rodeados de personas que no les permiten hacerlo. Amigos, familiares, que reprimen su dolor. Es en ese momento cuando se sienten solos y buscan ayuda.

Amanecer es un grupo que nació tras la muerte del segundo hijo de su presidenta y su vicepresidente, Marisol Suanzes-Carpegna y Carlos Abadía. Fue entonces cuando conocieron al especialista en duelo Arnaldo Pangrazzi quien, al ver la entereza que ambos mostraban, a pesar del momento por el que estaban pasando, les aconsejó que formaran una asociación para ayudar a otros que estuvieran en su mismo lugar. «La capacidad de articular sus pensamientos y sentimientos me dejó claro el potencial que tenían para ayudar a los demás», explica Pangrazzi.

Aunque al principio los máximos responsables del colectivo se sentían incapaces de ayudar a otros, poco a poco se dieron cuenta de que si con su experiencia podían lograr que otros salieran adelante sus vidas tenía sentido. Así que finalmente crearon esta asociación de mutua ayuda, en la que todos comparten el dolor y aprenden a expresarlo.

Ayer por la mañana se celebró el taller anual de duelo, en la Casa de Ejercicios Sagrado Corazón de Guadalupe, con el que se intenta hacer ver a quienes han perdido a alguien la importancia de aprender a despegarse, de conocer las reacciones frente a la pérdida a nivel físico, mental, psicológico y espiritual y a manejar los sentimientos de tristeza, miedo, culpabilidad y cólera.

«En la sociedad hay muchas personas que intentan salir adelante y cubrir su propio dolor; hay otras que necesitan ayuda profesional, y hay un tercer grupo de hombres y mujeres que afrontan el dolor, pero necesitan ayuda, aunque no profesional», dice Pangrazzi. Estas últimas son las que participan en asociaciones como Amanecer, «en la que tienen cabida personas que se encuentran en distintas etapas del duelo y que se convierte en 'una familia' que te permite expresarte», explica Pangrazzi. «A veces, en tu entorno te sientes bloqueado. Aquí, sin embargo, puedes exteriorizar la expresión emotiva. Además, es un estímulo porque cada uno de los participantes es alumno y maestro. Nuestro objetivo es permitir a las personas sanar su dolor y que vayan adelante», comenta. «Hubo una persona -recuerda Suanzes Carpegna y Carlos Abadía, que vino solo una vez. Se desahogó y ya no vino más. Solo necesitaba que alguien le escuchara».

Pangrazzi recordó ayer que «cada dolor tiene facetas distintas dependiendo del sexo de la persona que lo sufre, y de la edad. El dolor del joven, por ejemplo, es muy delicado. Se enfada porque no entiende por qué ha tenido que perder a alguien».