El profesor titular del área de Toxicología de la Universidad de Murcia (UMU), Miguel Motas Guzmán, parte hoy a la Antártida para investigar la presencia en la zona de contaminantes orgánicos derivados de los plásticos que han sido descubiertos recientemente y cuyo efecto podría ocasionar desde problemas reproductivos hasta problemas en el sistema nervioso, en función de su concentración.

Se trata de los contaminantes denominados ftalatos, perfluorados y bisfenol A, que están presentes en los plásticos y envases de uso doméstico y cotidiano. Estos compuestos reciben el nombre de contaminantes 'emergentes' porque su descubrimiento «es muy reciente» y, de hecho, se les ha empezado a dar importancia en el último año, cuando se ha empezado a estudiar su efecto en humanos.

Motas explica que estos compuestos plásticos son utilizados por la industria y se dispersan por mar y aire, por lo que «tarde o temprano llegan a los polos», por ejemplo, a través de la nieve. De momento, los investigadores de la UMU han detectado su presencia en la Antártida, y su intención ahora es averiguar la evolución de su concentración y el efecto en la fauna.

Para ello, van a investigar sus niveles en los excrementos de los pingüinos (guano), porque estos animales absorben contaminantes del agua y de los alimentos con los que se alimentan, principalmente unos crustáceos muy pequeños llamados krill. El pingüino absorbe porcentajes limitados del contaminante, por lo que puede depositar cantidades considerables de los mismos a través de los excrementos.

Asimismo, los científicos van a tratar de averiguar si los pingüinos actúan ellos mismos como agente contaminante, al concentrar sus excrementos en una misma zona en la cual realizan sus deposiciones. Los investigadores manejan esta hipótesis y van a tratar de comprobar si es así a través de la realización de grabaciones y fotografías para estimar aproximadamente la producción de guano en la colonia.

En base a la concentración de los contaminantes presentes en el guano y de la población estimada de pingüinos, los científicos podrán calcular la cantidad neta de tóxicos que se están concentrando en el entorno para comprobar si se puede tratar de un problema medioambiental, explica Motas.

El científico murciano avanza que la concentración detectada en guano no es «representativa» de la que tienen los animales en su organismo, ya que estos animales eliminan una gran cantidad de contaminante, que además es variable en función de diversos factores, pero advierte que el hecho de que haya contaminantes en cantidades considerables obligaría a designar los lugares que habitan estos animales, denominados pingüineras, como zonas de concentración de contaminantes.

Los contaminantes presentes en el guano podrían disolverse y extenderse en el entorno a través de la escorrentía o el deshielo. Incluso, destaca que en función de los tipos de contaminantes y de su concentración, podrían llegar a introducirse en la cadena trófica y afectar a otros animales que hagan vida alrededor de la pingüinera.

No es la primera vez que Motas visita la Antártida. Ya lo hizo en 2009, cuando detectó la presencia de contaminantes inorgánicos en varias especies de pingüinos, tales como metales pesados y plaguicidas, achacables a la actividad humana a nivel local y el calentamiento global. La concentración de estos contaminantes no era dañina para los animales, pero era «preocupante» porque su presencia en una zona tan «pura del planeta» es «reveladora».