Las nuevas carreteras que está inaugurando o proyectando la concejalía de Urbanismo del ayuntamiento de Murcia me recuedan a esos viales que dibujábamos cuando éramos pequeños en las maquetas que hacíamos cuando existía aquella asignatura llamada Pretecnología. Nada que ver con las avenidas que hoy día deberían poblar la geografía murciana. Aquellas carreteras de antaño tenían sus farolas, su calzada e incluso sus aceras. Nada de carriles-bici ni de bahías especiales para los autobuses y mucho menos plataformas para el tranvía, ese medio de transporte que parece que se va a poner de moda en la Murcia del siglo XXI y que va a costar cada año la friolera de nueve millones de euros (1.500 millones de las antiguas pesetas). Tenían lo básico. Varios lustros después, asisto con asombro a la apertura año tras año de tramos de carretera como aquellos que yo diseñaba en mi ignorancia infantil en las maquetas que hacía en el colegio. La nueva avenida de Beniaján se ha inaugurado sin aceras, sin un mísero espacio o carril para las bicicletas y mucho menos sin espacio reservado para el transporte público (ni siquiera han previsto un carril bus que en un futuro sirviera para albergar una línea de tranvía). No es de extrañar que esa nueva carretera se abriera al tráfico sin corte de cinta y sin inauguración oficial (incluso la mediana no se ha arreglado por falta de presupuesto y eso que la obra ha costado más de tres millones de euros).

La nueva avenida, que se abrió al tráfico el pasado 18 de diciembre, es una muestra más de que la miopía y la falta de visión de futuro se han

impuesto en Urbanismo, que lleva varios años sin ver más allá de lo evidente. Solo es necesario acercarse hacia los centros comerciales para ver cómo las conexiones entre esos macrocomplejos y la ciudad han sido fruto de la improvisación más absoluta, que ha llevado a que ahora estén metiendo el tranvía con calzador y haya zonas en las que no hay una acera en condiciones y el carril-bici esté interrumpido. Esto demuestra además la poca sensibilidad de los populares con medios alternativos de transporte como el autobús o la bicicleta. Los incrédulos pueden darse una vuelta por la avenida Miguel Induráin, otro ejemplo reciente del urbanismo sin visión y una carretera en la que sólo existe carril-bici en los 25 metros lineales del puente construido sobre el río Segura. Por no contar que no tiene ni carril bus ni bahía para el tranvía. Por nadie pase.