Caravaca cerraba el pasado 5 de mayo otra edición de sus fiestas patronales. La Ciudad Santa del Noroeste volvió a poner en escena la historia de la aparición de la Vera Cruz en la ciudad. Una aparición que en palabas del exhermano mayor Pedro Guerrero, «dice la leyenda, cuenta la historia y nos confirma la fe», que el 3 de mayo de 1231 la cruz patriarcal, que preside gloriosa la atalaya de la ciudad, aparecía ante el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, estando presente el rey almohade Ceyt Abuceyt.

En torno a esta época nace la leyenda de los Caballos del Vino, un festejo que el Rector de la Basílica, Pedro Ballester Lorca, definió como «único, insólito y pasional». Se calcula que cada año son más de 150.000 personas las que acuden a Caravaca para vivir en primera persona el festejo de los Caballos del Vino, que opta a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Recientemente, los técnicos de la subdirección general de Protección del Patrimonio Artístico, María Agundez y Sergio Ortega, acompañados por Miguel San Nicolás, responsable del Servicio de Patrimonio Histórico de la Comunidad, visitaban Caravaca para conocer en primera persona todos los detalles de los festejos de los Caballos del Vino y poder completar y modificar según los nuevos requerimientos de la UNESCO el expediente, que fue presentado en el año 2011. Se espera que el festejo tenga el veredicto final en el año 2020.

Esta fiesta hunde sus raíces en el siglo XIII cuando, según la leyenda, los musulmanes habían asediado Caravaca y la población se encontraba reclutada en el Castillo pasando sed. Los Templarios salvaron a los vecinos rompiendo el cerco árabe llevando vino en sus caballos. El vino fue bendecido por la Santísima Vera Cruz y curó a los enfermos milagrosamente.

De hecho, el vino es uno de los productos típicos de Caravaca desde la Edad Media. Desde el punto de vista histórico, el origen de los Caballos del Vino está documentalmente probado desde hace más de tres siglos, aunque es una manifestación anterior vinculada a la antiquísima ceremonia del baño de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca en vino, ritual igualmente único en el mundo cristiano. La fiesta ha sabido conservar intacta su esencia, adaptándose a las circunstancias y creciendo cada año, pero manteniendo en todo momento su pureza e integridad. La tradición se ha transmitido de generación en generación sin normas escritas y con un carácter popular.

En torno al festejo se realizan tres de los onces ritos que giran entorno a Vera Cruz, la bendición del vino que portan los pellejos del caballo histórico y que con ese vino se bendecirán las flores que los caravaqueños postran ante el Lignum Crucis, así como la bendición de las aguas, en la tarde del día tres de mayo en el baldaquino que preside la glorieta caravaqueña. Otra de las características del festejo es la vestimenta de los caballos, que lucen sus espectaculares enjaezamientos, bordados con hilo de oro, plata, canutillo y pedrería

La carrera de los Caballos del Vino, celebrada en la mañana del 2 de mayo, congrega a miles de visitantes que acuden a la ciudad a vivir uno de los días más especiales de las fiestas de mayo. El caballo sube el tramo final de la cuesta del Castillo mientras cuatros mozos agarrados a él hasta llegar a la explanada de la Basílica de la Santísima Vera Cruz tras recorrer 80 metros en, algunos casos, en menos de ocho segundos.

Se viven momentos de máxima pasión, tensión y devoción durante el transcurso de la carrera, que cuenta con la participación de 60 peñas caballistas. El caballo que sube la abarrotada cuesta en menos tiempo es el ganador. A lo largo de la subida, los mozos deben ir sujetos al animal, dos por delante y otros dos por detrás, de lo contrario la carrera es declarada no válida.

En el Concurso de Enjaezamiento, que nació en 1921, se valoran estas galas y se premia al caballo que porte las ropas más espléndidas y vistosas. En los diferentes bordados se pueden observar las representaciones de distintas personalidades del municipio, inmortalizados ya para la eternidad. El festejo se completa con el concurso morfológico, que se celebra en la tarde del 1 de mayo en la Plaza del Hoyo, barrio muy arraigado al festejo.

Toda esta representación pasional se pone de manifiesto en la Casa Museo de los Caballos del Vino, situada a pocos metros de la Plaza del Hoyo. Su coordinador, Juan López, explica que durante el pasado 2017, 28.732 personas han pasado por el museo. «Con una media de 85 personas por día, somos el museo más visitado de Caravaca», explica Sánchez, quien recuerda que «principalmente vienen en grupos, aunque también tenemos bastante turismo familiar durante los fines de semana».