Las casas-cueva de la pedanía lorquina de Avilés, en las que durante décadas vivieron una treintena de familias de la población, podrían convertirse en un revulsivo turístico que ofrecer a las pedanías altas de Lorca siempre y cuando alguien estuviese dispuesto a recuperarlas.

Así lo entiende José Martínez Guirao, de 78 años de edad, una de las personas que vivieron en dichas cuevas a finales de la segunda mitad del siglo XX, conociendo como nadie los secretos y entresijos de las mismas desde su nacimiento hasta que las abandonó, doce años después.

Este vecino de Avilés que añora tiempos pasados, tenía 12 años cuando se marchó del lugar que había sido su casa desde el primer día de su vida. Lo hizo junto a su familia en busca de una situación mejor, marchándose a vivir a Avilés, situado a muy pocos kilómetros de distancia del lugar de nacimiento.

''Veníamos con una burra a recoger el agua que pasaba por una acequia del pueblo y lo hacíamos casi descalzos por una senda, campo a través'', recuerda emocionado. El agua no solo era para beber, sino también para mantener los cultivos que les facilitaban el sustento diario. En el monte conocido como El Pardo había 32 cuevas y en ellas vivían alrededor de un centenar de personas.

Recuerda que ''era como un pueblo donde todos nos llevábamos como una gran familia''. José vivía junto a los suyos en muy pocos metros cuadrados, con sus padres y seis hermanos. Total nueve miembros.

''Dormíamos al relevo en el suelo y en un colchón de perfolla. No había otra cosa y los nueve cabíamos dentro de la cueva y sin rechistar'', recuerda de aquella época de su vida.

La cueva tenía una pequeña cocina y la habitación en la que dormían todos juntos, sin luz eléctrica, agua potable y mucho menos aseos ya que ''las necesidades fisiológicas se hacían al aire libre». Recuerda que para tener la cabeza en alto «colocábamos una silla como almohada''.

Alrededor del cabezo de El Pardo estaban situadas las 32 cuevas.

El cabezo era propiedad de «un señorito» que lo ofreció para poder vivir en ellas.

José cambió de vida y bajó con su familia al pueblo de Avilés, donde comenzó a trabajar en la agricultura cuatro años después, especialmente, en las viñas, ''de donde obteníamos el sustento''. Ahora mismo en Avilés viven 325 personas, según este vecino, quien afirma asimismo que ''una forma de revitalizar el pueblo sería recuperando sus casas-cuevas, aparte de otras iniciativas que den vida a esta parte de Lorca''.