«Necesitamos que de una manera u otra siga la búsqueda, que no dejen sola a la familia tan pronto, que continúen buscando, tiene derecho, ella lo habría hecho». Roberto, el yerno de Petra Lara, la vecina de Molina de Segura desaparecida desde el pasado sábado por la mañana, observa cómo un hombre memoriza la cara de su suegra y la descripción detallada de sus características físicas escritas en un cartel pegado en una de las cafeterías próximas al Cuartel de la Policía Local de la localidad. Por muy cansada que estuviera, señala, siempre estaba para sus dos hijas, sus cuatro nietos y sus dos yernos: «A veces incluso nos trataba mejor a los yernos que a sus hijas», comenta en tono de broma. De Petra dice que es una mujer retraída, algo tímida, siempre amable y tiene mucha memoria y buena orientación. «Nadie puede decir nada malo de ella, se desvivía por su familia, por eso tenemos que seguir haciendo todo lo posible por ella», incide.

Petra Lara, natural de Santiago de la Espada (Jaén), se despertó el sábado, hizo la cama, ordenó y limpió la casa, y se marchó de ella sin monedero, sin gafas, sin su medicación, sin su bono del autobús y sin abrigo. Su marido, que aprovechó a las siete y media de la mañana para ir al mercadillo municipal, volvió en torno a las diez y se encontró la casa vacía. «Mi suegra jamás se ha ido sola, siempre que ha dado un paseo iba acompañada de su familia o su marido», comenta. No hay pistas, nadie ha encontrado un rastro de ella desde el sábado. Esta marcha «voluntaria» de Petra puede estar motivada, señala Roberto, por la «depresión que padecía», y por la cual tenía un tratamiento con medicación, al igual que por el asma que padecía. «Cuidaba de sus nietos, y esa era su ocupación principal. Tenía amor para toda su familia, pero le faltaba ánimo para ella. No se relacionaba mucho pero tenía conocidos, sobre todo vecinos. Tenía fuerzas para sus hijas y sus nietos, pero no para ella».

A su pueblo natal no iba desde hace años y la familia descarta que cogiera un autobús o un taxi. Poseía agilidad pese al asma y sus 72 años, explica el yerno, y hacía caminatas por la ribera del río que conocía, ya que siendo más joven ayudaba a su marido en su trabajo de recortar cañas del Segura. Esta ruta, junto a los caminos que rodean las ramblas que cruzan las urbanizaciones de La Alcayna y Los Olivos, donde vive una de sus hijas, también eran vías habituales que solía recorrer. Las fronteras físicas de búsqueda que dibuja su familia en el mapa no llegan más allá de los límites con otros municipios como Las Torres de Cotillas y Alguazas, «porque no tenía el calzado adecuado y por su físico no hubiera llegado tan lejos».

Roberto subraya que necesitan encontrarla para cerrar las cicatrices que ahora se están creando. «Es doloroso gritar su nombre a las cañas del río cuando la hemos buscado allí, pero aún lo es más gritar 'mamá'».