Llegó a Caravaca de la Cruz como tantos miles de peregrinos en busca de un encuentro con el leño de cristo, que durante casi ocho siglos los caravaqueños han tenido la suerte y la responsabilidad de custodiar y venerar. Quedó impregnado de la ciudad, de sus gentes y de sus costumbres populares, de tal manera que hoy en el centro de Atlanta (Georgia), se habla de seda y oro y se conoce que es un pecho pretal, unas crineras o los atarres que lleva en su enjaezamiento un Caballo del Vino.

Esta es la historia del empresario y cocinero de origen puertorriqueño, Harry Pagancos, que recientemente inauguraba un restaurante-supermercado en el centro de Atlanta, bautizado con el nombre de Caravaca y cuyo interior esta decorado con motivos de los Caballos del Vino, donde se ha cuido hasta el último detalle y los camareros van vestidos de caballistas, al igual que las miles de personas que llena de colorido la Ciudad Santa del Noroeste murciano en la mágica mañana del dos de mayo.

La primera persona que conoció Pagancos a su llegada a Caravaca, fue a José Francisco García, propietario del hotel Almunia, una hospedería con ambiente muy familiar ubicada en las proximidades de la Plaza del Arco. García explica que «al tratarse de un establecimiento muy familiar solemos conversar con nuestros clientes, y en muchos casos descubrimos cuales son los motivos que los traen a Caravaca», matizando que «cuando conocí a Harry en 2014, me comentó que siendo cocinero en el mundial de Brasil, y pasando una mala racha, le regalaron una Cruz de Caravaca que cambió el giro de su vida, por lo que decidió viajar hasta la Región de Murcia para conocer la reliquia y poder darle las gracias a la Cruz».

José Francisco recuerda que «tras conocer su historia le expliqué que recursos turísticos tenía la ciudad, lo acompañé a varios sitios y lo invité a venir a las fiestas de Caravaca». Harry aceptó gustoso la invitación para volver a Caravaca y en las fiestas del año 2015, vino acompañado de un cocinero turco, otro argentino y otro ruso.

Por todos es conocido la hospitalidad y la acogida de los caravaqueños, especialmente durante las fiestas, así que no tardaron en integrarse en el festejo, concretamente en la Peña Minipúa, que les abrió sus puertas para que disfrutaran desde dentro, de un festejo, único en el mundo, que opta a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. El grupo se marchó totalmente fascinado de las Fiestas de Caravaca, de los rituales y del festejo de los Caballos del Vino, lo que provocó que se integrará totalmente en el Peña, siendo socio benefactor, repitiendo sus sus viajes a Caravaca. En cada ocasión ha venido acompañado de más amigos del otro lado del atlántico. Este año, la peña le regaló un manto que ha sido la base para su nuevo proyecto en Atlanta. Un restaurante-supermercado que lleva el nombre de Caravaca y que está decorado con un manto de los Caballos del Vino de la Peña Minipúa.

«Todo lo ha montado en torno a la experiencia que ha vivido en Caravaca, ha pensado en todo, hasta en la ropa de los camareros que van vestidos de caballistas, son historias que uno se encuentra por la vida, que son sorprendentes y muy bonitas», concluye García.