Tradicionalmente se ha afirmado que la localidad murciana de origen musulmán Albudeyt, trascrita al castellano como Albudeite, era traducida como «la del agua escasa». Pero una interpretación más reciente se inclina por identificarla como «el pequeño molino de aceite», término que se nos antoja más certero. El primero en proponer una etimología árabe para el topónimo Al-Budayd (Albudait, Albudeit, Albudeite), fue el arabista Miguel Asín Palacios, en 1944, que a partir del diminutivo árabe al-Buddayd concluyó que significaba «la del agua escasa». En 1978, Consuelo Hernández Carrasco, en su magnífico estudio sobre el árabe en la toponimia murciana, aceptaría y defendería esta etimología.

Es Robert Pocklington quien, en 1986, reinterpreta la traducción en los siguientes términos. Sin embargo, a pesar de la aparente idoneidad de esta etimología, tiene, si la examinamos más detenidamente, dos puntos de debilidad. En primer lugar, conforme con las normas de la irnela, la u y a de la raíz árabe, hallándose junto a una d enfática velarizadora, debieron pronunciarse /o/ y /a/ en lugar de luí y leí: /al-bodayd/ > AI- bodaite.

En su vocabulista aráuigo en letra castellana (1505), Fray Pedro de Alcalá recoge la voz bedd, plural budüd, con el significado de «molino de aceite». También hallamos badd como traducción del latín 'praelus' en el Glossar/um Latino-Arabicum, compuesto en España entre los siglos VIII y XII.

Se trata de la voz árabe de procedencia siria: badd, budüd, (molino de aceite). El diminutivo de este vocablo constituye un étimo ideal para nuestro topónimo: al-Budayd, «el Pequeño Molino de Aceite». En este caso la imela actuaría de manera inversa, dejando la u con su pronunciación clásica, pero convirtiendo la a en leí: /al-budóyd/. Es innecesario insistir sobre la importancia de los molinos de aceite, o almazaras, en estas tierras, donde la falta de agua hace que la aceituna sea uno de los principales productos.

En apoyo a esta afirmación aportamos por nuestra parte algunos datos históricos. La documentación cristiana del siglo XIV ya mencionaba un molino hidráulico, cuyo encargado en el siglo XV, en tiempos de Luis de Guzmán, era Juan Sanabria. Posteriormente el Catastro de Ensenada, de 1755, aporta datos de la producción de aceite en esos momentos, dados a conocer por Luis Lisón. Cada tahúlla producía 138 kilos de aceite y las fanegas de secano de primera 276 kilos, disminuyendo en las tierras de segunda (230 kilos) y tercera (115 kilos).

El molino de aceite de la localidad tenía una pequeña presa y se encontraba en la calle Huesca, que en otros documentos aparece como Huéscar. Era propiedad del conde de Montealegre. Disponía de una piedra, viga y pilón y sólo funcionaba en la época de la cosecha de la oliva, de él se surtían también los vecinos de Campos del Río hasta comienzos del siglo XIX.

La calle aparece en los censos electorales de 1893, 1913 y 1928 como Huercan, que corresponde con la actual calle Alfonso Férez. Otro molino de la localidad se encontraba junto a la iglesia, pero era de harina. En 1852 se mencionan ambos molinos siendo propiedad de Juan Pérez y Pascual Hidalgo, sin que podamos especificar de cuál de ellos era cada uno. En 1920 aún ejercían como cosecheros de aceite Francisco González Peñalver, Francisco Hidalgo López y Antonio Peñalver Navarro.