Tiene la imagen de la Santísima Virgen de las Maravillas una tan larga historia del amor de sus hijos que obliga a la madre del cielo a mirarnos con generosidad, y ese compromiso nos viene desde hace 291 años, de contemplación. Desde que el pueblo era un burgo labriego, artesano, cargado de blasones de hidalguía pero repleto de 'pecheros' y 'ganapanes' que aquel 25 de julio de 1725 asistía absorto a la entrada, por el Partidor de las Aguas, de la carreta que traía la carga más preciada que por siempre jamás se desembalaría en Cehegín. Y, desde entonces: En un antiguo convento/ y en risueño camarín/ guarda el pueblo de Cehegín/ su tesoro peregrino. / Raro y singular portento/ (de escultor napolitano)/ que el arte y la fe crearon/ y los ángeles labraron/ para que fuese divino. Así recogía esta y otras escenas de esa historia de amor un poeta-cantor, hijo del pueblo, llamado Juan Egea, conocido por 'Juan Morena', en el año 1912.

Este popular personaje, que vivía en los aledaños de la bellísima ermita de la Concepción y era oficial de la Notaría y un tanto 'espolique' de los señores para ciertos menesteres, dejó escritas unas crónicas que he tenido en mis manos y que nos dejan noticias del siglo XIX, que él vivió en sus postrimerías.

Siempre hay ocasión de salvar el tiempo perdido y vivimos unas horas doradas en que Cehegín, recuperando su fisonomía, es visitado por múltiples gentes animadas de recorrer el casco viejo. Recordemos, con el mismo poeta, que 'Ella' también lo hace: «Cuando viene del Convento, a la Iglesia Parroquial, y es de ver la regia entrada, de la Virgen en el templo, y da magnífico ejemplo, de su vocación sincera, la multitud apiñada, que se mueve y que se agita, esperando la visita, de la egregia ceheginera».

Si la Virgen visita las alturas cehegineras fiel a la tradición, como tantos otros mortales tenemos un deber de cortesía para corresponderla, y nada mejor que mostrando a los visitantes, desde las atalayas, el complejo conventual: allí está, allí nos espera. Seguro que los franciscanos y la Hermandad se llenarán de gozo, pues estamos «en tierra de Dios», pero también de una 'Madre Maravillosa'.

Y dicen las crónicas «que fue mostrada a la fe ceheginera mientras se producía una locura colectiva, un fervor ensimismado que las mujeres embarazadas trasmitieron ya, como genes, a los seres que anidaban en sus entrañas, cual el fruto bendito de la Virgen: ese Niño que muestra en su brazo derecho y ampara con el izquierdo. No cabe duda del amor egoísta de todos los cehegineros por su Virgen, pero..., ¿y los demás?»

Con menos medios que hoy, los de otrora la reverenciaban mientras propagaban su fe por doquiera; la labor de los frailes, tiene que ser completada o compartida por el pueblo de Dios, por el laicado, que bien puede ser la Hermandad, con todos los medios de que disponemos para hacer una realidad permanente aquel reclamo tan inspirado de «Cehegín, ciudad de las Maravillas», pero mostrándola a 'Ella', nuestro más preciado tesoro.

Me temo, y no pretendo molestar a nadie (Dios me libre), a estas alturas de mi vida en que sólo espero del Señor paz y misericordia- que desde hace unos años ha decrecido la proyección exterior, 'la fama' de nuestra Patrona. Y así me lo ha insinuado alguien.

Quiero recordar a aquella junta directiva de la Hermandad de Caballeros de los años 1950, que presidió don Ginés de Paco y de Gea, felizmente integrada en la actual, que se propuso y consiguió que fuese la Virgen el eje de la vida económica, social y cultural de Cehegín, hasta el extremo de que no pasaba por aquí personalidad alguna que no visitara el Santuario y se le impusiera su medalla.