Después de cinco días de celebraciones llegó el momento de poner punto final a una semana en la que la ciudad de Caravaca rompió su cotidianidad para vivir de manera intensa y pasional su semana grande. Una multitud de caravaqueños acompañaron al Lignum Crucis en su camino de vuelta a casa y la calle Mayor volvía a convertirse en una alfombra matizada de pétalos de rosa, que llovían desde los balcones al paso de la majestuosa custodia procesional que portaba la Cruz.

El Tío de la Pita esperaba a la patrona en la última cuesta que da acceso a la Basílica para rendirle el último adiós por este año en las que eran las últimas notas del 'dulzainero' de todos los caravaqueños, hasta que regrese en el coche de línea el próximo 25 de abril de 2018, festividad de San Marcos, para hacer las delicias de grandes y pequeños.

Casi un centenar de manolas aportaron mayor sobriedad al cortejo de ayer, junto con la compañía de 'armaos' al completo, los hombres del palio, representantes de peñas, cabilas y grupos y autoridades militares y civiles. Cerrando la procesión estuvieron las cabilas moras Almorávides, Almorávides femenino y Tuareg y por parte del bando cristiano participaron Cruzados y Arqueras.

A su llegada a la Basílica se cumplió el último rito de los once que se realizan durante la estancia de la patrona en la ciudad, la bendición de los campos desde las almenas de la fortaleza. Por último la Cruz entraba bajo palio y con los acordes del himno nacional, debido a su condición excepcional de culto de 'latría', reservado únicamente en la iglesia católica al santísimo. A las doce de la noche estaba previsto el último castillo de fuegos artificiales y el tradicional 'Trueno Gordo,' que pone punto final a las fiestas.