El recuerdo de los amigos pasados me trae la memoria a tres que en este año cumplen el cincuentenario de su desaparición.

Esmeraldo Cano (Juan Periquio Moscareta), el mejor panochista molinense. Para él eran fundamentalmente importantes su religión, con la Virgen de la Consolación al frente, así como su amor a Molina y su poesía panochista. Poesía huertana rica en el uso de palabras, giros y modismos locales que pueden considerase genuinos de la tierra huertana que él recorría con el carro de sus mercancías por la ribera del río camino de Lorquí hasta la Algaida. En su barrio de san Roque, en su calle de san León, y en sus fiestas, era obligatoria la presencia poética de su 'arcarde perráneo' mandando y ordenando, dejando, a cambio un espejo claro y nítido de los modos, modas y costumbres de los años veinte y treinta del siglo pasado.

Es correcto, y no lo podemos negar, que Esmeraldo rimaba a su aire, como buen huertano, con su 'retranca' y, para más afirmarse, con su garrota, que para eso gustaba de llevarla, y por ello la solución a la rima y al ritmo gozaban del privilegio del riego a manta, donde más interesa lo que se dice que lo que se escribe. No era, y hay que apuntarlo, hiriente ni malsonante. Algo que se prodigó alrededor de los años sesenta por panochistas del cuento, de !a voz sonora, de la barraca casi escatológica. La elegancia panocha, con blusa, zaragüelles, alpargatas y faja, estaba en Esmeraldo, como en él estaba el respeto humano y cristiano.

José Sandoval. Otro de los pertenecientes a la efemérides luctuosa de hace cincuenta años es el que fue alcalde, industrial y compositor, José Sandoval, empeñado en que Molina dispusiera de banda de música través de la Unión Musical Molinense.

Nació en una familia muy ligada a la música, pues su padre, José Sandoval Zapata, era descendiente de varias generaciones de sacristanes músicos. Autodidacta y dotado de unas buenas condiciones para la composición musical, improvisaba melodías, boleros, himnos, canciones, pasodobles. La zarzuela La Virgen del Río es su más importante y conocido trabajo musical, con letra de Francisco Fernández. Obra que gozó de merecida fama. Su hermano Eduardo, con su buena voz, completaba la musicalidad de los sacristanes molinenses. Y ahora triunfa por el mundo europeo y americano un nieto suyo: el barítono Eduardo Sandoval.

Gregorio Miñano tuvo una bella cualidad, la de la caricatura literaria, cuatro rasgos adecuados nos daban con toda claridad la apariencia física e intelectual del biografiado. Como maestro, estaba siempre dispuesto a ayudar a los padres de familia que acudían a él a resolver problemas educativos; mejorar su colegio, las Escuelas Parroquiales de las que fue director. Cargo que ocupó desde la creación del centro. Incrementó el número de secciones hasta llegar a conseguir escuelas especiales y de párvulos, el comedor escolar y una numerosísimas asistencia a la colonia escolar de Sierra Espuña.

Dirigió acertadamente el Bachillerato radiofónico. Su labor al frente del Centro de Colaboración Pedagógica de Molina fue oportuna y notable, tanto como sus desvelos desde el cargo de secretario de la Junta Municipal de Enseñanza Primaria... Y ahí queda su labor como consejero de la Caja de Ahorros del Sureste de España, su presencia en la Junto Pro-Ermita nueva, su interés por el Seminario Cultural, al que alentó constantemente, su entrega a la biblioteca pública municipal. También se dedicó a la constitución de unas sesiones de cine-forum y destacaba su presencia en toda manifestación cultural, pues no había exposición conferencia o recital donde no estuviera presente.