La ciudad de Yecla está viviendo una de sus semanas grandes. Alrededor de 1.500 hombres se visten con su traje de miliciano, de los que ya se usaban en la época de Isabel II, y se lanzan a las calles con sus arcabuces clásicos de más de cien años.

La Fiesta de la Virgen conmemora el regreso sanos y salvos de 61 yeclanos llamados a filas en 1642, durante la Guerra de Cataluña. En agradecimiento, los soldados acordaron bajar todos los años a la Virgen desde el Castillo a la población, acompañada de salvas de arcabuz.

Durante 1868, cuando se inaugura la actual Basílica de la Purísima, se convierte en el centro de los actos. En estas fechas es cuando se adopta la vestimenta que ahora lucen los participantes.

Las vías se impregnan de un intenso olor a pólvora, y los disparos del armamento del siglo pasado apagan el resto de sonidos. Solo se pueden seguir escuchando, entre descarga y descarga, los tambores resonar. Todo forma parte de la representación que se viene haciendo desde hace casi 400 años en esta localidad del norte de Murcia.

Fiestas de la Virgen de Yecla

Fiestas de la Virgen de Yecla

«Recordamos uno de los momentos más trascendentes para la monarquía hispánica», cuenta el teniente coronel del ejército Tomás Ruiz. «Los ciudadanos se comprometen a proteger a la sociedad a cambio de ser libres; decisión que se toma, como era costumbre en épocas pasadas, por devoción religiosa por la Virgen del Castillo, que pasó a ser patrona de la compañía militar a serlo del pueblo», explica.

Durante días, se representa el levantamiento del conjunto de los milicianos, según el protocolo que se empleaba en el siglo XVII, que es llamada a filas para defender su territorio.

Los yeclanos y los numerosos visitantes viven en directo un acontecimiento histórico. «No es una fiesta de esas que mueve masas», cuenta el teniente Ruiz, pero es «un bien de interés cultural, pues conservamos el mismo sistema, el mismo tipo de munición, e incluso, el mismo atuendo de hace más tres siglos. En ningún otro lugar, ni de España ni del mundo, se conserva algo así», añade.

De padres a hijos se pasan los arcabuces y los uniformes negros -algunos comprados, otros hechos a mano- y se transmite el gusto por participar en estos hechos históricos. Incluso hay una familia yeclana que se ha dedicado, durante varios siglos, a fabricar de forma artesanal pólvora y cuerda de arcabuz para estos días.

«Hasta los famosos libricos de Yecla, el clásico dulce de la zona, se come y cocina más estos días porque era lo que tomaban antes de salir a luchar», apuntaba un yeclano.

Ayer, coincidiendo con la festividad del Día de la Inmaculada, se celebró una de las jornadas más importantes. Poco después del amanecer, a las ocho y media, la tropa desfiló, de dos en dos -uno encargado de disparar y otro de recargar el arcabuz­- y organizados en escalas, en honor a la Virgen. Además, destacó la solemne procesión que recorrió el pueblo, así como el espectáculo de fuegos artificiales, y el protagonismo de la bandera a la que se le juró fidelidad mientras se izaba a más de 70 metros de altura. De esta forma, la festividad se toma un descanso hasta el próximo domingo, cuando tendrán lugar la ofrenda infantil y el tradicional besamanos a la patrona.