Las celebraciones son algo habitual en nuestro día a día: bautizos, comuniones, bodas, onomásticas, cumpleaños y demás. Pero el acontecimiento al que vamos a hacer referencia tiene mucho de especial. Tuvo lugar hace unos días en el parque público de la pedanía de La Hoya, y tiene como protagonista a vecino de dicha localidad, Francisco Moreno Bernabé, conocido popularmente como Francisco Garnacho, que ha cumplido 81 años + 1. Los primeros para él después de 'una vida anterior' y el resto de la nueva etapa que ahora comienza.

Moreno, que afirma que el apodo de Garnacho se remonta 160 años atrás, cuando le pusieron ese sobrenombre a su abuelo, que trabajaba en el ferrocarril y cuya jubilación llegó a alcanzar la cantidad de 1,50 pesetas al mes, aunque con los ahorros que conseguía compró una casa y dos fanegas de tierra por 700 pesetas, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente de urgencia en agosto de 2015 en el hospital Rafael Méndez de Lorca con el apéndice perforado. Una operación de tal gravedad que los familiares lo dieron por muerto hasta el punto de iniciar los preparativos de la mortaja, el tanatorio en el que se iba a instalar la capilla ardiente y la comida que se suele preparar para la familia durante el velatorio.

Pero «un milagro», como así lo llama el protagonista de la historia, hizo que todo quedara en un susto y, un año después, sigue vivo y coleando, plantando patatas, recolectando aceitunas y subido en su moto, una Scooter o cuatriciclo, como si nada hubiera pasado. Hace unos días, al cumplirse el año de su nueva vida, la familia y amigos le rindieron un homenaje en el que, incluso, apagó las velas correspondientes. Moreno asegura que en su «resurrección», tuvo mucho que ver el alcalde de Lorca, Francisco Jódar.

Durante uno de los momentos que en los que Moreno se vio tan mal cuando estaba en el hospital, asegura que pidió a la familia rezar un padre nuestro todos juntos porque se iba: «Hubo un momento en el que yo no podía más y les dije que rezaran ellos solos», añadiendo que, para él «fue un milagro muy grande», a la vez que agradece la atención recibida en el centro hospitalario «desde los doctores hasta el que me llevaba en camilla, pues todos se portaron muy bien conmigo». A pesar de la situación por la que atravesaba, pidió que antes de morir fuese a verlo al hospital el alcalde de Lorca, Francisco Jódar, con el que mantiene una estrecha amistad. Pese a que esa misma semana el alcalde celebraba la boda de una de sus hijas, acudió al hospital acompañado de la concejal Eulalia Ibarra. Moreno asegura que «eso fue lo que me volvió a la vida». Esa misma noche, como si de un delirio se tratara, pidió a sus familiares que pidieran el alta para poder atender al alcalde y ofrecerle una comida en su casa. La comida la celebró recientemente con familiares, vecinos y amigos y la presencia, entre otros, de la concejal Eulalia Ibarra y la alcaldesa pedánea de La Hoya, Conchi Martínez: «Con la celebración de la comida me he quitado un peso de encima porque lo había prometido».

Su esposa, María Sánchez, lo tenía claro: «Ya era viuda hasta el punto de que pedí a mis hijas que preparasen la mortaja y avisaran al tanatorio mientras que una vecina se ofreció a preparar la comida que nos iban a llevar». Incluso uno de los nietos de Francisco, que se encuentra en Londres, hizo un viaje relámpago de 24 horas para poder ver a su abuelo vivo antes de que falleciera.

Pilar, una de sus hijas, afirma que «los médicos nos decían que existía un 80% de posibilidades de que se quedase en la mesa del quirófano y el resto no tienen 81 años como él. Vimos que estaba muy mal. Nos dijeron que llamásemos a la familia porque todo estaba hecho: tenía los pulmones encharcados, los riñones no funcionaban y había sufrido un paro cardiaco». El enfermo permaneció durante más de 40 días en el hospital. Pilar cuenta también que cuando estaban en el hospital, su padre dijo en un momento determinado cuando estaba dentro de la habitación que le quitaran la luz que había ante sus ojos porque le escandilaba, cuando en realidad lo que había era una pared blanca, «algo muy extraño, similar al túnel que ven las personas que van a morir», dice. En esos momentos comenzó a hablar de su madre mientras la esposa pedía que lo dejaran morir tranquilo.

Pilar afirma asimismo que «mi padre, cuando vio ante él al alcalde de Lorca, resucitó».

Por su parte, Isabel, su otra hija, asegura que «tener de nuevo a mi padre con nosotras ha sido un regalo muy grande, porque cuando estaba tan grave fue cuando me dí cuenta de lo que lo quería. Hay cosas que tenemos ante nosotros cada día y no las apreciamos hasta que vemos que se nos van. Ahora sé apreciar lo que quiero a mi padre después de lo que ha pasado».

El matrimonio, Francisco y María, no descartan después de la experiencia vivida hacer un viaje aunque sea en avión . Confiesan que nunca han subido a «esos aparatos» porque Francisco siente miedo.

La operación fue de apéndice perforado. Según su hija Pilar, todo comenzó un día después de plantar patatas. Comenzó a sentirse mal y acudieron al hospital pensando que había comido higos chumbos y que no podía ir al baño por ese motivo. Afirma que fue en el servicio de urgencias gracias al doctor Kiko Gaspar donde detectaron lo que tenía.

Un año después de lo sucedido, Francisco, su esposa, hijas y nietos forman una familia feliz. Recuerdan lo sucedido como si todo hubiera sido una pesadilla, mientras se muestran dispuestos a seguir celebrando muchos más aniversarios en la nueva etapa que han comenzado a vivir.