El mar ha sido testigo de un sinfín de historias de pescadores. En algunos casos, sus protagonistas dieron sus primeros pasos cuando apenas habían comenzado a cursar sus estudios primarios. En otros, como sucede con Antonio Jesús López, la voz de la vocación comenzó a llamarle con fuerza en plena adolescencia, concretamente a los 15 años de edad. De la misma forma que sucede con la práctica totalidad de personas vinculadas al sector pesquero, este pinatarense llevaba esta pasión en la sangre, como lo demuestra que su bisabuelo, su abuelo y su padre compartieron la dedicación a un oficio que ahora dignifican tanto Antonio como su hermano José Joaquín. Con él trabaja cada día para ganarse la vida a base de esfuerzo y dedicación a un trabajo que les ha permitido ganarse el respeto dentro del gremio.

Antonio ´del Estacio´, apodo por el que también se conoció a su bisabuelo -que precisamente vivía en la Gola del Estacio, el canal de comunicación entre el Mar Menor y el Mar Mediterráneo-, a su abuelo y a su padre, empezó a mostrar sus habilidades como pescador poco antes de cumplir los 16 años. "Empecé tarde", recuerda el propio protagonista, que explica que "pese a tener todavía quince años tuve la ocasión de comenzar a pescar después de que mi padre hiciera una solicitud a Capitanía Marítima para permitirme trabajar con él, y como cumplía los años en octubre no hubo problema alguno".

Su primera etapa duró hasta los dieciocho años. En ese momento optó por hacer el servicio militar de manera voluntaria, pero muy cerca de casa, en la Academia General del Aire. Fue una experiencia muy positiva porque allí coincidió con unos "muy buenos compañeros" que le animaron a retomar los estudios. "Después de volver de la mili, estudié COU -equivalente al segundo curso de Bachillerato actual- en régimen nocturno y me propuse estudiar Biología, algo que finalmente no hice", relata Antonio.

Desde entonces han transcurrido tres décadas en las que el éxito le ha sonreído en lo personal y lo profesional, y todo gracias al entusiasmo y la ilusión con la que afronta la apretada agenda a la que tiene que hacer frente cada día, que tanto para él como para su hermano empieza cuando a las cinco y media de la madrugada salen desde el puerto rumbo a La Manga, de donde le separan unos seis o siete nudos (45 minutos aproximadamente). Una vez allí se dirigen, estratégicamente, a cada una de las compañías o zonas de costa en las que históricamente ellos han dividido el mar: Hacho, Tablacho, Golfico, La Chanca, El Trocico, El Seco Grande, Matasgordas, El Carbón y El Bolondo, entre otras.

Las técnicas de pesca que utilizan son de carácter fijo y se basan en el movimiento de la especie objetivo de manera voluntaria hacia los artes, que cada día requieren una revisión concienzuda para que el resultado de cada jornada sea satisfactorio y cumpla con las expectativas. Porque el siguiente paso consiste en volver de nuevo a Lo Pagán para vender el pescado. A partir de ahí toca comprobar que no hay ningún desperfecto en los artes para que puedan volver a ser utilizados al día siguiente con todas las garantías.

Casi sin tiempo para descansar, el trabajo se reanuda por la tarde con la realización de tareas encaminadas a preparar los artes que se van a emplear la siguiente temporada de pesca, que demandan una media de dos o tres horas al día. La que acaba de concluir, la del langostino, ha sido especialmente prolífica, circunstancia que tiene sus pros y sus contras, como se encarga de afirmar Antonio Jesús López: "Se han pescado unas cantidades muy altas. Lo que sucede es que cuando saturas el mercado de un producto, éste baja de precio y eso es lo que ha sucedido con el langostino, que se ha saturado. Por ejemplo, en 2014 se registraron 6.000 kilos y este año se ha pasado a 20.600, lo cual implica una superproducción en la que han entrado en juego diferentes factores".

Uno de los pocos respiros que se pueden tomar Antonio ´del Estacio´ y su hermano José Joaquín coincide con la llegada de la romería marítima de la Virgen del Carmen, hacia la que toda su familia profesa una devoción mayúscula. Como cada año subirán a su barco familiares y amigos, que no faltan a su cita con una celebración especial, en la que Antonio echa en falta algunas de las señas de identidad de los orígenes: "Ahora hay mucha más gente que sigue a la Virgen porque San Pedro del Pinatar triplica su población en verano, hasta el punto de que es necesario un mayor control por parte de las fuerzas del orden. Antes todo era más familiar".