Es de muy antiguo, desde los musulmanes, la vieja costumbre de cobrar por el uso de la vivienda rústica, al aparcero, con el pago de animales de pluma. Así se realizaba en campo y huerta en toda la Región de Murcia. Era normalmente una gallina. Lo usual era la entrega de un par de gallinas, capones o pavos, dos veces al año, bien en Navidad o San Juan, y en algunos casos, el día del onomástico del propietario. En ocasiones se consideró una gabela de obligado cumplimiento a todos los vecinos. Si bien esta 'gallina' no era una gran carga, si, para algunos, era humillante.

Por ello se llegó a presentar querella en la chancillería de Granada, sin éxito pues no lograron modificar esta cláusula. Hubo señores que soslayaron el problema aceptando el pago en dinero no por el usuario, sino por el concejo. En el señorío de Abanilla, las ordenanzas de 1422, y así se mantiene en las de 1483 y en 1503, recogen que cada año los vecinos y moradores de la villa o de otro cualquier lugar que tuvieren casas, «que nos sean tenidos de pagar un par de gallinas de cada año, o en enmienda dellas un sueldo y nueve dineros de la dicha moneda, o su valor, pero entiéndase que no han de pagar si no por una casa, aunque tengan otras casas o solares».

En Molina, con el marqués, «el concejo de esta villa paga cada año 154 Reales del derecho que llaman de la gallina». Y desde 1501 los moros conversos «un par de gallinas, un par de pollos».

Por otro lado, de subsistir, no formaría ni formaba, parte de los contratos de arrendamiento por lo que es difícil encontrar restos de su existencia. Antonio Pérez Crespo lo recuerda como obligación propia del aparcero agrícola y no como modalidad pecuaria. Con el tiempo la costumbre cambió, y lo que fue muestra de vasallaje se transformó en contribución, gabela o, mejor, pago por el uso de las casas de huerta o campo, normalmente pertenecientes a la parcela cultivada. Desapareció en el momento que las viviendas agrícolas, así como la propiedad de las tierras, pasaron, casi definitivamente, a sus agricultores. Aún así, perdura en algunos rincones murcianos.

También se está perdiendo el cultivo de las aves de corral ante la fuerte presencia de las granjas que abaratan precios. Definitivamente este 'impuesto' de la gallina ha pasado a la historia del anecdotario agrícola murciano. Esta costumbre tiene, o mejor, tenía, diversas modalidades: en Valladolises, Fuente Álamo y Lobosillo dos gallinas por Navidad y dos pollos en verano. Yecla y Jumilla cumplían con cuatro gallinas por Navidad. En Molina, tras la desamortización, era obligado la entrega de un pavo o un par de gallinas por Navidad a los propietarios.

Ha estado vigente, al menos en los arrendadores del campo, mientras han vivido en edificios propiedad del dueño. En Mula en 1380, por san Juan, debían dar un pollo de cada casa y un par de gallinas por Navidad. En Archena, por privilegio de Ia Orden de San Juan, modificó la situación, ampliándola diciendo: «Primeramente cada vesino del dicho logar que toviere suerte o vancales en la huerta ha de pagar un par de gallinas cada un año, la una primero dia de henero, la otra el dia de San Juan y si el dicho vesino no tuviere suerte ni vancales, pague una gallina en dicho mes».

Y podríamos seguir, pero pertenecen a tiempo pasados y bien está su recuerdo.