Transcurría la primera mitad del siglo XX, década de los 30 a los 40, cuando en las calles de la ciudad de Lorca se instaló el primer quiosco de prensa al servicio de los ciudadanos que querían estar bien informados, no solo de lo que pasaba en su pueblo, sino también fuera de las fronteras locales. Aunque con retraso, porque los periódicos nacionales de la época llegaban a Lorca un día después de su edición, los vecinos se interesaban por la prensa escrita que venía desde Madrid al margen de la lectura de los periódicos locales que estaban a la orden del día. Los ejemplares, por aquel entonces, viajaban vía ferrocarril y entre unas cosas y otras cuando llegaban a las manos del lector habían transcurrido ya 24 horas de la edición; y así un día y otro también. Hablamos de periódicos como Arriba, Ya, Pueblo, La Vanguardia, ABC, La Verdad, el semanario El Caso o la prensa deportiva, a lo que se sumaron luego otros periódicos como Diario 16, El País, El Mundo, La Opinión o La Razón.

Quien sabía mucho de todo ello era Dolores Caro Lorente, que fue la primera persona de su familia dedicada a la venta de prensa, oficio que se ha ido conservando y manteniendo hasta la quinta generación de descendientes, Sofía y José Manuel Valero Morenilla, que hoy están al frente del kiosco El Leño, ubicado en estos momentos en pleno centro de la ciudad, en la calle Periodista JuanLópez Barnés. Pero los inicios del quiosco El Leño hay que buscarlos en la céntrica calle Corredera, lugar conocido popularmente como ´Los Cuatro Cantones´, donde antaño hubo una famosa confitería. Allí estuvo durante muchos años instalado el primer quiosco de prensa de la ciudad hasta que se trasladó hasta el lugar que ocupa en la actualidad.

A Dolores Caro Lorente le sucedió al frente del negocio Antonio Morenilla Caro, la segunda generación en una familia que supo ganarse las simpatías de los clientes que aún conservan, pese a haber transcurrido tanto tiempo. Juana Camacho Moreno estuvo al frente de la tercera generación de quiosqueros, ayudada por su esposo, Juan, que ahora tiene 94 años. Juana Camacho tiene actualmente 90 años de edad y se le puede ver aún, de vez en cuando, supervisando el negocio junto a su hija y nietos. Afirma que «se trata de un trabajo que no tiene días de fiesta, ni domingos ni lunes, porque todos los días hay que trabajar».

En pie a las cinco de la mañana

Juana Camacho, lo mismo que hizo después su hija Dolores Morenilla Camacho y ahora sus nietos Sofía y José Manuel Valero Morenilla, se levantaba cada día a las cinco y media de la mañana para acudir al quiosco. Lo primero que hacen es repartir las suscripciones por los domicilios sin obtener a cambio suplemento económico alguno, al margen del precio habitual del periódico. En este sentido, recuerdan que cada mañana tienen que soportar las inclemencias del tiempo, sobre todo en invierno, que es mucho más duro. Juana Camacho recuerda también cuando los precios regían en pesetas y lo que le costó cambiar al euro. Dice además que ha «trabajado en todos sitios, hasta en Francia, antes de estar en el quiosco, donde llegué a ser encargada de labores agrícolas y trabajé en la fruta». Afirma asimismo que todavía sigue activa: «Pese a mis 90 años de edad, aún sigo en mi sitio, aunque me hubiera gustado seguir trabajando de no ser por eso de la jubilación y porque hay que dar paso a otras generaciones, pero yo me encuentro perfectamente».

Insiste en que se trata de una profesión muy sacrificada, hasta el punto de que solamente hay tres días durante el año que no se abre el quiosco: en Navidad, Año Nuevo y sábado de Semana Santa. De todas formas, cuando las labores de casa se lo permiten, Juana Camacho acude al establecimiento, situado cerca de su hogar, habla con los clientes y junto a su marido, Juan de 94 años de edad, visitan la cafetería Expresso para desayunar. Juana se siente orgullosa de tener, además de su hija Dolores, cinco nietos, seis biznietos «y otro que viene de camino».

El presente y el futuro

Dolores Morenilla Camacho, la cuarta generación de esta familia de quiosqueros lorquinos, también está jubilada, lo mismo que su esposo Pedro, pero al igual que la abuela, acuden cada día al negocio para echar una mano a Sofía y José Manuel y supervisar la actividad.

Dolores se siente también orgullosa de contar con muy buenos clientes con los que mantienen «una muy buena relación y excelente trato». Sobre el futuro de la profesión afirma que «ahora se vende menos por la crisis a lo que hay que sumar los adelantos que han llegado con las nuevas tecnologías a través de las redes sociales»: «Si algún día el negocio no funciona, nos dedicaremos a otra caso porque sabemos muy bien lo que es trabajar duro», afirma.

Sofía y José Manuel Valero Morenilla, integran la última generación de profesionales al servicio de sus clientes deseosos de mantener la tradición y de seguir sirviendo al pueblo de Lorca cuando pronto se va a cumplir el primer centenario de existencia de El Leño.

No obstante, Sofía reconoce también que se trata de un trabajo muy duro «donde se empieza a las cinco y media de la mañana y se termina a las 20 horas, de forma ininterrumpida y eso es agotador». La quiosquera no se plantea jubilarse en este trabajo».

A pesar de ello, la familia es extensa y seguro que otras generaciones continuarán al frente del quiosco El Leñ0, sirviendo a Lorca como vienen haciendo desde las primeras décadas del siglo XX.