Las campanas de la iglesia de San Francisco sonarán esta tarde, de forma especial, para recordar a los lorquinos el triste acontecimiento de un 11 de mayo de 2011 que cambió la vida de los habitantes de esta ciudad. Aunque, con aviso previo dos horas antes, eran las 18.47 horas cuando todo comenzó a temblar de forma muy distinta a otras veces en las que todo había quedado en un susto. En esta ocasión fue diferente. Siguiendo las incidencias del primer movimiento sísmico registrado minutos después de las 17 horas, me encontraba junto a un compañero, cámara de televisión, en la sala de cabildos del Ayuntamiento.

En el habitáculo superior, conocido como ´la cueva´, se encontraba reunido el equipo de gobierno con al alcalde, Francisco Jódar, al frente, analizando la situación, cuando, de pronto, notamos que todo, incluidos nosotros, se desplazaba de un extremo a otro. Ya en la calle, la primera impresión fue la de una ciudad en guerra: gritos, personas desorientadas y, sobre todo, una gran polvareda fruto de los enormes daños materiales causados, entre ellos, en la iglesia de Santiago, aunque lo más preocupante eran las víctimas de las que poco a poco fuimos teniendo noticia.

Han pasado cinco años y sería de necios no reconocer lo que se ha avanzado después de los cinco segundos infernales que duró el seísmo. Pero tampoco hay que ser complacientes y pensar que todo está hecho después de los más de 800 millones de euros que, según las distintas administraciones, se han invertido hasta el momento en la recuperación de Lorca.

En mi modesta opinión, Lorca está cambiando, basta darse una vuelta por la ciudad, pero las administraciones deben poner sus cinco sentidos en resolver, cuanto antes, que el dinero pendiente de abonar a los damnificados llegue a sus bolsillos ya porque les hace falta. Coordinarse con el Consorcio de Compensación de Seguros para que las varias decenas de familias que aún siguen en el punto cero con sus edificios sin demoler, puedan desbloquear su situación. A partir de ahí les quedará el largo proceso de la reconstrucción.

Doloroso es también que transcurrido ese tiempo, aún haya familias viviendo fuera de sus hogares pero lo que , para mí, clama al cielo es que otras 13 familias sigan viviendo en casas prefabricadas en las inmediaciones del barrio de San Fernando, soportando, como pueden, el frío del invierno y las altas temperaturas del verano lorquino y ya van camino del sexto en esas condiciones.