Un hombre de mediana edad cae del cielo sobre una diana de 2 centímetros de diámetro, en la que marca el punto exacto que ha tocado su pie al caer con una puntera de su calzado, con la que señala su excelente 0,1. Se trata de la modalidad de saltos de precisión, que abría este sábado el concurso. A mayor puntuación mayor lejanía del centro de 'la tortilla'.

Con el lanzamiento de un testigo de viento por la mañana, los aviones ya tienen la información necesaria para saber desde dónde y en qué dirección deben lanzar a los paracaidistas, que bailan por el aire de manera escalonada. A 300 metros, comprueban que el paracaídas avanza, para dar su último giro a 100 metros, mientras adelantan posiciones progresivamente y regulan el vuelo para meter el pie a la perfección. Algunos de los participantes acumulan en su carrera hasta 10.000 saltos, que tienen lugar a 1.000 metros, mientras que en los entrenamientos se producen a 1.500 metros. «La preparación lleva mucho tiempo. Entrenamos sin simuladores, a base de saltos que repetimos una y otra vez. La precisión es bonita, pero muy difícil», explica el sargento Carlos Hurtado. Dificultades tales como el calor, que produce burbujas de aire ascendente, provocando el efecto de un bache.

En el ambiente se palpa el alto nivel de la competición, con muchos ex miembros de la PAPEA (Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire). Frente a las tiendas que reúnen a los equipos, los que ya han saltado pliegan sus paracaídas sobre una lona, con la delicadeza, precisión y rapidez propia de la mecánica, y se tumban sobre ellos para sacar todo el aire y devolverlos a sus mochilas, esperando la llamada de megafonía para embarcar y volver a saltar. Mientras, los 'entrenadores' explican a su equipo cómo y qué han visto en su faena desde tierra firme. Es la rutina que se repite durante las 12 horas de las jornadas.

Sin límite de edad

Los jueces van rotando sus posiciones tras cada manga, para tener todas las perspectivas posibles. Son los responsables de valorar todo: precisión, viento, tiempo de apertura o la salida. Tanto en la prueba de precisión como en la de formaciones se efectúan ocho mangas y un posible desempate final, en el que se alza ganador aquel que haya totalizado el menor número de centímetros en la suma de sus saltos- en la primera modalidad- y el equipo que más puntos haya obtenido en total. Mientras tanto, uno de los concursantes que acaricia el viento libera la campana de su paracaídas, lo que obliga a los jueces a valorar también el motivo de la emergencia, para darle o no la oportunidad de repetirlo.

No hay límite de edad para ser un acróbata del aire. Las explanadas de la Base se llenaron ayer con todas las generaciones posibles, con el único requisito de pasar el reconocimiento médico, en el que se evalúa principalmente vista y oído.

En el campeonato participan 10 equipos, de los cuales ocho pertenecen a distintas unidades paracaidistas del Ejército del Aire (Patrulla Acrobática de Paracaidismo del E.A., Escuadrón de Zapadores Paracaidistas, Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo y Escuela Militar de Paracaidismo) y los dos restantes del país invitado este 2016: Alemania. Un evento que se repite cada año, la mayoría de veces en Alcantarilla, por las buenas condiciones meteorológicas.

Los lanzamientos se estarán realizando hasta el próximo martes, si las condiciones meteorológicas lo permiten -de no ser así acabarían el miércoles, día de la clausura-. Finalmente, el ganador se alzará con el reconocimiento y el orgullo del personal de la unidad o, como suelen decir en las Fuerzas Armadas, «la satisfacción de haber cumplido y la íntima satisfacción del trabajo bien hecho».