Cuatro años de lucha, tesón, esperanza, paciencia, ilusión y también de desesperación y soledad. Este podría ser el resumen de estos años tras la catástrofe. El 11 de mayo de 2011 dos seísmos de 5,1 y 4,2 grados de magnitud en la escala Richter cambiaban la vida de los lorquinos. Y a día de hoy, sensaciones, experiencias y sentimientos encontrados se entremezclan en los afectados por la catástrofe. Hay todavía heridas abiertas a pesar del trabajo realizado, y mucho por hacer.

El termómetro de la calle es muy variado; algunos se muestran ilusionados y satisfechos por la realidad en la que viven; otros, en cambio, desalentados, solos, sin soluciones y apalancados en el mismo punto de partida que marcó aquel fatídico 11 de mayo.

Encarna Lozoya, madre de dos pequeños de 6 y 3 años, no puede ocultar su desesperación. «Nos sentimos abandonados y olvidados por la Administración, por el Ayuntamiento y por el Consorcio», declara esta lorquina. Todos los días, Encarna tiene que ver el hueco donde estaba su vivienda antes del 11 de mayo. Vive de alquiler justo en frente porque su edificio, ´Don Álvaro´, se derribó por estar en ruina económica. El Consorcio no les paga su levantamiento íntegro a pesar de tener seguro. «En un principio nos apoyó, y fuimos entregando los informes y papeles necesarios, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando, tras tirar el edificio, el Consorcio nos dijo que no iban a pagar ruinas económicas, que ya había dado mucho dinero a Lorca. Ahora todo está en mano de la justicia», relataba la afectada.

Encarna Lozoya. Vecina del barrio de la viña

  • "Nos sentimos abandonados por el Ayuntamiento y por el Consorcio"
  • Encarna y el resto de vecinos del edificio ´Don Álvaro´ esperan el juicio que dictamine qué ocurrirá con sus viviendas. «Todos teníamos seguro. En un principio, el Consorcio nos apoyó, y fuimos entregando los papeles necesarios. Pero, tras tirar el edificio, dijeron que no iban a pagar ruinas económicas, que ya había dado mucho dinero», explica.

Esta vecina de La Viña no pierde la esperanza y confía en que la vía judicial le cambie la vida. «Estamos esperando a ver si sale el juicio, el juez nos da la razón, y podemos volver a nuestras casas después de cuatro años», declara.

Pero Encarna no es la única que vive esta situación. El resto de vecinos del ´Don Álvaro´ viven una realidad similar, pese a que todos disponían seguro. «Queremos soluciones ya. Estamos olvidados, abandonados, pagando hipotecas y alquileres. Somos muchas familias con niños pequeños y el 80% de los vecinos son pensionistas; están desmoralizados no saben si algún día podrán volver a sus casas», lamenta con profunda tristeza esta lorquina.

Encarna quiere dejar claro que tanto su situación como la de sus vecinos debe dejar patente que en la ciudad queda aún mucho trabajo por hacer. «El alcalde no puede decir que Lorca está reconstruida al 99%. Que le pregunte a las más de 100 familias que todavía tiene en la calle y sin resolver sus expedientes», critica.

«El segundo fue de pánico»

Domingo Reverte estaba trabajando el 11 de mayo de 2011 en su tienda de pinturas cuando le sorprendió el primer terremoto. Se hicieron unas pequeñas grietas, se cayeron algunas cosas, y a pesar de que escuchaba el jaleo de la gente en la calle, permaneció dentro del establecimiento. «El segundo (terremoto) fue de pánico. El salir de aquí se me hizo una eternidad. Se me caían las estanterías, las pinturas... Salí de inmediato a la calle y me asusté bastante, ya que sólo se veía una nube de polvo tremenda, como si fuese niebla», recordaba el gerente de la tienda de pinturas cuatro años después de que todo temblara a su alrededor.

«Entonces empecé a oler a pintura, al entrar y al ver todo, se me pusieron los pelos de punta. Mi temor era que se le pegara fuego a todo, y como pude, desconecte todo en el cuadro de la luz», añadía Reverte. Pero lo de la tienda fue sólo una parte de lo que aquel día le iba a deparar. «Mis hijas vinieron a decirme lo que había pasado en mi edificio, Nuevo Ensanche. Cuando llegué y lo vi, me di cuenta de que me había quedado sin casa. El edificio se veía torcido», detallaba el lorquino.

Por suerte para Domingo, la historia ha terminado con un final que, aunque se ha hecho esperar, ha resultado más o menos feliz. «Tanto en mi negocio con mi hogar tenían seguro por lo queme han indemnizado bien. Esta semana o la siguiente nos entregarán las llaves. Estamos ilusionados e impacientes, mi mujer y yo estamos como recién casados», contaba el dueño de la tienda.

«Ahora hemos salido ganando, tenemos una vivienda nueva, hemos mejorado en cuanto a prestaciones... Estos años de espera los hemos llevado bien, tengo una familia que se adapta a todo; somos positivos», concluyó el vecino.

Domingo Reverte. Dueño de una tienda de pinturas

  • " Hemos salido ganando, tenemos casa nueva y con mayores prestaciones"
  • Domingo Reverte ha tenido que reconstruir tanto su negocio como su vivienda. Aún así, su balance resulta positivo. "Hemos salido ganando, tenemos una vivienda nueva y hemos mejorado en cuanto a prestaciones... Estos años de espera los hemos llevado bien, tengo una familia que se adapta a todo porque somos muy positivos", detalla Domingo.

Durmiendo en sillas

Antonio Miñarro vivía en el barrio lorquino de San Fernando. El primero de los dos terremotos le cogió en casa. El segundo ya le pilló en plena calle. Esa noche durmieron en el campo de unos conocidos, en sillas, «nos llevamos un susto tremendo», cuenta.

Su hogar quedó muy dañado, al igual que todos los bloques del complejo, por lo que la solución fue demolerlo. Antonio lleva ya cuatro años fuera de casa y está deseando volver a su hogar. «Tenemos ilusión por ver como es nuestra nueva casa y vestir la vivienda. Solo pudimos salvar algunas cosas», apostilló. Con pena, recuerda cómo se le rompió una vajilla de Santa Clara y una cristalería que pago a plazos· Además tres meses antes había arreglado los baños, afirmaba con desazón.

«Estos cuatro años de alquiler fuera de nuestra casa, tras 30 años viviendo en nuestro hogar, se nos han hecho largos, aunque hemos estado a gusto. Para levantar la urbanización ha habido buena voluntad, por parte de todos, aunque ha sido mucho trabajo y papeleo», exponía este vecino. «Nos han dicho que estarían las viviendas en un plazo de 18 meses. Esperemos que cumplan. Mi bloque es de los últimos, por lo que todavía ni si quiera han empezado los trabajos», aseveraba este vecino que ya sólo tiene un miedo temor: «Yo tengo 84 años y mi temor y el de mi mujer es que no lo podamos disfrutar», concluyó.

Antonio Miñarro. Vecino del barrio de San Fernando

  • "Tengo 84 años y temo no poder disfrutar de mi hogar reconstruido"
  • Antonio vive en un piso de alquiler desde que los seísmos le hicieran perder su casa en el barrio de San Fernando. Su bloque será de los últimos en reconstruirse y espera que se cumplan los plazos que les han dado. Su único miedo es que ni su mujer ni él, de 84 años, puedan disfrutar de su casa nueva, un hogar que están deseando ver y decorar.