El del 4 de marzo de 1613, el rey Felipe III ordenó la expulsión de los moriscos que residían en España. Se calcula que habría más de 300.000 en toda la península y alrededor de 15.000 solo en Murcia.

De éstos, unos 2.500 habitaban todo el Valle de Ricote, siendo los últimos en abandonar territorio español embarcados en galeras desde el puerto de Cartagena. Fue una decisión que el tiempo se ha encargado de colocar entre las más injustas de toda la historia, pues estos vecinos ya habían adquirido las costumbres de estas tierras y hasta se habían convertido al Cristianismo.

Cuatrocientos años después, todos los municipios del Valle de Ricote celebran actos por estas fechas para recordar a aquellos vecinos, porque de aquellos últimos moriscos, aún hoy quedan descendientes directos.

Ayer domingo, en Ojós se conmemoró el Día de los Expulsos, un homenaje protagonizado por sus familiares y que estuvo presidido por el presidente de la Comunidad Autónoma, Alberto Garre, y el alcalde de Ojós, Pablo Melgarejo.

Todos asistieron a una misa en la iglesia de San Agustín para dirigirse después al Jardín de los Expulsos, donde existe un monolito que recuerda a los desdichados convecinos ojenses. Uno a uno, fueron nombrados por sus descendientes mientras depositaban una rama de laurel en su recuerdo.

Ojós organiza un congreso que se celebrará a finales de abril con ponencias de destacados historiadores, según reseñó Melgarejo.