El año que viene, 2015, el templo parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción cumplirá el 250 aniversario de su inauguración. Bueno es recordarlo. En 1746, y previa autorización obispal de Rubín de Celis, por entonces visitador del obispado y más adelante obispo, se adquirieron los terrenos necesarios para la construcción del nuevo templo parroquial a la vista de las malas condiciones que el medieval templo de Santa María presentaba.

Se iniciaron las obras en ese mismo año. No hay documentación suficiente pero debemos considerar como tracista a Francisco Coronado, maestro alarife que estuvo en Molina replanteando el solar y prácticamente dirigiendo la obra. Bien es cierto que la simplicidad de sus líneas y altura nos hace pensar que fuera copia de las que en la Región de Murcia se iban levantando. Según la vieja costumbre religiosa, la mano de obra principal correspondió a los propios vecinos que gozaron de autorización eclesiástica para trabajar los domingos y festivos que no fuesen solemnes. Solo se contrataron los trabajos de los que podríamos llamar 'especialistas': canteros, maestros de obras, carpinteros y herreros.

El gasto del material aportado tuvo muy diversas procedencias. Primera: la simple y llana compra con dineros facilitados por la propia iglesia de sus fondos y donaciones (disponía la parroquia de bienes en tierras y casas, que explotaba directamente, arrendaba o alquilaba, dando saneados ingresos). Segunda: las ayudas prestadas. Limosnas, funciones de teatro, rifas, sorteos y demás artilugios que podían allegar ayudas económicas. Tercera: la poderosa cofradía del Rosario, con solvencia suficiente para 'prestar' matavedies a los gastos de la obra. Cuarta: 'dinero tomado a censo' de los jesuitas y las carmelitas de Villanueva de la Jara.

Más la obra no se dio por concluida el 30 de noviembre de 1765, pese a los sonoros regocijos celebrados durante siete días con presencia del obispo auxiliar fray Lucas Ramírez, procesiones, músicas y ágapes ya que solo era la bendición y traslado del Santísimo, para el inicio de las actividades religiosas.

Hasta que no fue instalado el retablo del altar mayor, obra de Francisco Ganga, no se dio por terminado el templo. Esto fue el 12 de abril en 1791; pero hubo de esperarse al año siguiente para que, con una gran ceremonia y la presencia del nuncio del Papa en España, se bendijese como obra conclusa. En todo esto se gastaron 19 años y, dice Manuel Arnaldos, unos 100.000 reales de vellón.

Acaso de estos fastos surgiese la idea de realizar una magnífica custodia procesional para el día del Corpus, obra del milanés Carlos Zadayatti Ponzoni. En ello estuvo la cofradía de Ánimas y Santísimo Sacramento impulsada por el dinámico párroco José Martínez Peñalver. Custodia recibida en Molina en 12 de diciembre del mismo l792 y celebrado su primer manifiesto con músicas traídas de Murcia.