Hay quien dice en Cieza que aquel vecino que no haya encumbrado nunca el pico de la Atalaya no termina de ser ciezano del todo.

Siendo así o no, que todo es discutible, lo que sí está bastante claro es que los que aún no hayan culminado esta pequeña hazaña se pierden el gran espectáculo de poder visualizar a vista de pájaro toda la ciudad, la comarca ciezano-manchega y el valle de Ricote al completo. Es una ascensión de seiscientos metros de altitud y de media dificultad pero que está al alcance de cualquiera.

Pero al margen del más puro aspecto deportivo, lo que verdaderamente mueve a los integrantes del Club de Senderismo y Montaña El Portazgo es el desafío a la desenfrenada noche anterior e iniciar la caminata cuando los más trasnochadores están aún tomando el típico chocolate con churros en las cafeterías de la localidad.

Lo llevan realizando ya cuatro años consecutivos en una actividad que está abierta al que quiera sin necesidad de apuntarse en ningún sitio.

Y así lo volvieron hacer ayer una veintena intrépidos miembros del Portazgo. Quedaron a las diez de la mañana en la esquina del Convento y desde allí iniciaron la caminata.

Cruzaron primeramente el río por el Puente de Alambre, para llegar después a los oripiés de la Atalaya. Por el denominado zig-zag ascendieron hasta el Collado de la Atalaya, junto a la morada de la patrona, la Virgen del Buen Suceso.

Es un sendero de bastante inclinación pero de reducida dificultad si lo comparamos con la segunda etapa del trayecto, la que lleva al pico de la Atalaya.

Es el tramo más difícil, donde sobre todo para bajar hay que extremar las precauciones, aunque con la ayuda de los más veteranos senderistas está superado.

Una vez en la cumbre, los senderistas almorzaron en tan singular lugar y concluyeron con el descorche de una botella de champán que fue desparramada a los cuatro vientos y de este modo aprovecharon para celebrar la llegada del nuevo año.