Los técnicos municipales revisaban ayer de arriba a abajo cornisas, balcones y edificios para asegurarse que el terremoto de 2,9 grados que el lunes por la noche sacudió Lorca no había provocado más daños estructurales en los inmuebles en situación más delicada.

Los vecinos se llevaron un buen susto sobre las once y media de la noche, cuando sintieron el seísmo, aunque afortunadamente no hubo que lamentar daños materiales ni personales. El epicentro se registró a seis kilómetros de profundidad, entre el estadio Francisco Artés Carrasco y la torre de La Torrecilla, en dirección a Puerto Lumbreras, donde también se notó. De Cehegín a Cartagena, pasando por Villena, algunos pueblos de Almería y varias pedanías lorquinas, se sintió cómo la tierra tembló. En el 112 se recibieron alrededor de un centenar de llamadas.

El barrio de San José fue otro de los sitios que se notó el movimiento telúrico, que apenas duró unos segundos pero que «hizo que se moviera todo y empezáramos a recordar lo que sucedió el 11 de mayo», decía Andrés López, vecino de esta zona. «Ha sido corto pero intenso», decía otro vecino.

En el barrio de San Cristóbal, el terremoto se notó con especial intensidad, motivo por el que algunos vecinos salieron a la calle. En general, buena parte de la población se alarmó y temía que se siguieran repitiendo los movimientos a lo largo de la noche. Por eso, el Ayuntamiento llamó a la calma.

«El ruido fue igual»

Esta vez no ha habido daños materiales, pero sí psicológicos, según explicaba María, una de las vecinas de La Viña, que apuntó que «el ruido fue igual que el que se oyó en mayo, idéntico».

El recuerdo de aquella tarde, según destacaron varios lorquinos, provocó el lunes por la noche numerosos ataques de ansiedad: «A mi hija era imposible calmarla», aseguraba Paqui, que indicó que varios miembros de su familia toman calmantes y medicamentos para conciliar el sueño desde hace meses.

Por eso, algunos, como Raquel, se planteaban ayer si llevar a los niños al colegio o no. «Pero tenemos que seguir haciendo vida normal», insistía. Lo mismo hicieron Francisca y Juan, que tenían a su nieta de siete años durmiendo en casa. «Nos pasmamos de miedo. Estábamos en pijama y nos vestimos, esperando que viniera otro temblor más gordo, como pasó en mayo. Pero al final decidimos no movernos de casa. ¿Dónde íbamos a ir, tan tarde y con la chiquilla durmiendo?», relataban.

Recuperación emocional

Este último terremoto no interferirá en la recuperación emocional de la población, según afirmó ayer el psicólogo del servicio municipal de Emergencias y Protección Civil, Antonio Varón. Según señaló, el proceso de recuperación anímica tras una catástrofe como la registrada hace siete meses «es lento y depende de las condiciones en que cada uno viviera el seísmo». Varón opina que el nuevo temblor no supondrá un retroceso en la superación del trauma emocional. Según indicó, este seísmo puede servir a los ciudadanos «para fortalecer la idea de que esta es una zona de riesgo y que hay que estar preparado» para afrontar otros en las mejores condiciones de seguridad.