­José Enrique Esteban se dirigía a almorzar al bar de la Venta de la Petra. Iba a bordo de su vehículo cuando la onda expansiva movió el vehículo y «empezaron a caer restos del camión sobre el lugar donde me encontraba. Pensé que era el final y temí por mi vida».

«Era algo difícil de explicar, como si hubiese sido una bomba atómica –continúa–, con una gran llamarada en forma de hongo que se deshacía conforme subía hacia el cielo, seguida de una gran humareda. Miré a las personas a mi alrededor pensando que podría haber ocurrido una desgracia». Su vehículo resultó gravemente dañado por la onda expansiva.

La vivienda más próxima al lugar donde se produjo la explosión es la que habita el vecino de Zarzalico, Alonso Parra, quien aseguró que «no he visto algo igual en mi vida. Siempre recordaremos lo que hemos vivido». Por temor a que el fuego provocado por la explosión pudiera afectar a su vivienda, los servicios de emergencias le recomendaron que desalojara la casa. La familia se marchó hasta un montículo cercano, desde donde pudieron comprobar los efectos del estallido. Parra coincide también en que «parecía que nos habían arrojado una bomba atómica cuando empezaron a caer del cielo restos y trozos de chatarra procedentes del camión».

El resto de testigos consultados por este periódico coinciden en que «fue un milagro que no hubiera más víctimas».