En los primeros años de la década de los cuarenta del siglo XIX surge un bandolero que tuvo en jaque con sus hazañas a varias comarcas regionales. Se trata de Juan Manuel Noguera, natural de Pliego, y nunca tuvo apodo. Inició sus correrías en 1845 formando banda con plegueros y muleños, llegando a ser la suya la gavilla más importante después de la de Jusepe Escámez. El 20 de marzo de 1845 el Boletín Oficial de la Provincia publicaba, por orden del juez de Primera Instancia de Mula, que se procediera a su detención y a la de Vicente Franca Gil.

Se dice que Juan Manuel se hizo bandolero por vengarse de agravios enconados de la política. Uno de los primeros episodios que se cuentan sobre sus andanzas fue el enfrentamiento que mantuvo con Benito Sánchez Marín, labrador del Guapero, al que tras asaltarlo hubo de permitirle que siguiera su camino gracias a la rapidez y puntería que éste le demostró.

Se dice también que cuando ya era considerablemente conocido, se enteró de que un tal Guayetano andaba asaltando gentes en lo que él consideraba sus campos, por ser Moratalla la primera comarca que padeció sus correrías, y que se hacía pasar por Juan Manuel Noguera para infundir más temor y respeto. Harto de que le achacaran fechorías ajenas, se acercó a Moratalla, lo sorprendió y lo degolló.

Curiosamente, todavía se conserva en pie una de las casas que frecuentaba Juan Manuel. En ella vivía una de sus amantes, que lo protegía y escondía durante días cuando necesitaba desaparecer por un tiempo de los caminos.

Entre otras historias atribuidas a Juan Manuel se cuenta la relacionada con un herrador de Coy quien, al parecer, ponía las herraduras a su montura al revés con el propósito de intentar despistar a sus perseguidores. Se dice del herrero que Juan Manuel lo eligió por ser ciego, para que al no poder verlo tampoco pudiese reconocerlo ni describirlo nunca. Además, hacía que le colocara las herraduras de noche y en el cementerio.

La muerte lo sorprendió cuando sólo contaba con 37 años. Protegido de los Melgares de Bullas se encontraba la noche del 2 de octubre de 1847 en la Venta de los Royos de Caravaca. Unos dicen que su novia, otros que había acudido para amenazar a un tal Marín para que le entregara el dinero. El caso es que la Guardia Civil, con Manuel Frexas a la cabeza, alertada de su presencia, rodeó el lugar. La gavilla, al verse descubierta, abrió los portones de la venta y salió al trote. Juan Manuel cayó herido gravemente y al sentirse morir desde el suelo pidió auxilio; se le acercó para ayudarle el guardia Antonio Martínez, quien cayó en la trampa y fue muerto a su vez por el bandolero, que decidió morir matando. El guardia era natural de Archena e hijo de Antonio y Eugenia, según puede constatarse en el archivo parroquial de la iglesia de El Salvador de Caravaca. Fallecieron además en la refriega los bandidos Silvestre Rizo, de 40 años, casado con Antonia María Martínez, y José Sánchez, alias ´El Ronco´. Dio testimonio de ello el cura teniente Miguel Martínez Carrasco, quien dibujó al margen del escrito una especie de calavera y dos huesos cruzados en la parte.

La muerte del bandolero quedó recogida popularmente en coplillas como estas: ´En la Venta de Los Royos/allí mataron a tres/el hijo de la Gañana/al Rizos/y a Juan Manuel´. ´En la Venta de Los Royos/ mataron a Juan Manuel/ al Majo de los Canarios/ y al Cigarrillos también´.