­El primer cometido que tendrá que abordar la nueva corporación municipal que surja tras las elecciones del próximo mes de mayo será la destrucción del barrio marginal del cabezo de la Fuensantilla y la reubicación en otro lugar de las alrededor de 300 personas que habitan allí actualmente.

Todos los grupos políticos están de acuerdo en que ya no valen más remiendos y que lo que hay que hacer es «meter la pala» y derrumbar las alrededor de cien casas que se mantienen en pie en este lugar de Cieza, donde son habituales los movimientos de tierra sin que, hasta la fecha y afortunadamente, haya que lamentar desgracias personales.

Será un proyecto que surgirá del consenso de todos los grupos políticos y que tendrá que acometerse en no más de seis meses, según se aprobó hace unos días en sesión plenaria.

El barrio se sitúa a las afueras de Cieza y se asienta sobre un cabezo lagunoso en el que son frecuentes los corrimientos de tierra, sobre todo cuando llueve con intensidad. Además, el lugar está habitado por personas de muy pocos recursos económicos y de diferentes etnias, lo que da lugar en ocasiones a conflictos de carácter social.

El acuerdo de pleno pretende impulsar lo antes posible los trámites para el desarrollo urbanístico del denominado APR5 con la clarificación de la titularidad de los terrenos en los que se asienta este barrio. Las concejalías de Urbanismo, Catastro y Servicios Sociales reunirán en ese plazo una información completa sobre los propietarios de las fincas, si existe o no escrituras de las mismas y la situación de conservación de las edificaciones.

No más esperas ni parcheos

Según se argumentó en el pleno, a pesar de las numerosas actuaciones parciales que a lo largo de los años se han realizado en la zona, «su degradación extrema hace inaplazable el comienzo de los trámites para su reforma integral».

Tras los Casones de la Fuente o del Toledillo, el cabezo de la Estación o de la Fuensantilla es, sin lugar a dudas, la zona urbana más degradada de Cieza, un espacio urbano en el que no están garantizadas ni de lejos las condiciones mínimas de habitabilidad y calidad de vida que son exigibles en una ciudad del siglo XXI, y cuya solución definitiva, una vez aprobado y en vigor el nuevo Plan General de Ordenación

Urbana, no admite más esperas ni parcheos.