Las campanas de la Catedral daban las siete en punto de la mañana cuando los fieles más despistados hacían su entrada en el templo. El obispo de la Diócesis, Juan Antonio Reig Plà, iniciaba la misa de despedida de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Fuensanta. En la abarrotada iglesia no cabía ni un alfiler y, sólo unos minutos más tarde, la plaza del Cardenal Belluga se encontraba tomada de romeros que con sus mochilas y enseres, algunos de ellos de lo más curioso, esperaban a que la 'Morenica' saliese para acompañarla hasta su Santuario.

"Vamos a acompañar a la Virgen con tradición y orgullosos de ella. Ella sanea el corazón de todos los que se atreven a mirarla", declaraba Reig Plà en la homilía de su primera Romería.

A la salida de la Catedral, la marea humana se agolpaba intentando estar cerca de la Virgen, arrimando algunos padres a los niños pequeños para que la patrona los proteja.

En el horizonte, además de los emocionados romeros que lloraban al paso de la Virgen, algún que otro moro y cristiano que, todavía ataviados con sus trajes, no querían perderse este acontecimiento.

Una de las romeras más alegres es Dolores Pérez, que lleva varios años acudiendo a la romería. Iba vestida con un mantón negro bordado con flores de colores. Lleva un clavel en la cabeza y otro en el escote. "Vengo así porque la Virgen se lo merece todo. No me pongo más flores porque me da vergüenza. Llevo desde las cinco en la Catedral", cuenta.

La Virgen hace la primera de sus paradas en el Puente de los Peligros. Una señora sale a cantarle de forma espontánea a la patrona. Los teléfonos móviles empiezan a disparar fotos, al igual que en el resto del recorrido. La tradición permanece, pero las nuevas tecnologías se incorporan a ella.

Si hay veteranos en la Romería esos son los encargados de los puestos de comida, bebida y recuerdos. Los que hacen su agosto particular este día son los puestos que venden velas. Así, junto al Palacio Episcopal se encuentra cada año Mari Lorente. Tiene 70 años y lleva toda su vida acompañando a la Virgen y desde los quince vendiendo las velas en el mismo sitio por 2,5, 2 y 1 euro, según el tamaño deseado por el romero.

Filomena y Josefa son hermanas y Santi es su sobrina. Acuden todos los años cargadas de velas y descalzas a la Romería. "Desde que yo recuerdo he venido a ver a la Virgen y llego hasta arriba. Cuando llegamos a arriba, esperamos a que llegue y cuando la vemos entrar nos bajamos. Lo haremos mientras tengamos fuerzas porque hicimos una promesa".

Uno de los personajes que nunca falta en el paisaje romero es Manolo 'el Pelailla'. Lleva un pan de grandes dimensiones durante todo el recorrido. Vestido de huertano es abordado por multitud de romeros que acuden a saludarle. "Ya estábamos echándole de menos. Le llevo buscando desde la misa", le dijo una señora mientras recibía los botijos en miniatura y los pins con la imagen de la patrona que 'el Pelailla' repartió a diestro y siniestro. "Llevo este pan desde hace 40 años porque hice una promesa", explica. Otro de los que no falta nunca es Andrés de Cartagena. No pasa desapercibido para nadie, pues su gorra de marinero delata su antigua profesión y la vara con la que se ayuda simula la vara que llevaba San José, aunque está lleva un trozo de rama de olivo. "Con esta vara quiero hacer un llamamiento por la paz en todo el mundo", dice convencido.

Tanto en la iglesia del Carmen como en Santiago el Mayor o en el Barrio del Progreso, los vecinos se volcaron con la Fuensanta y le tiraron flores desde muchos balcones. En las mesas engalanadas para la ocasión los Caballeros de la Fuensanta descansaron y tomaron algún tentempié que les ofrecían.

Ya a mediodía, cuando el hambre y el cansancio empezaban a apretar entre los romeros, el cielo empezó a descargar lluvia con intensidad. Los anderos pararon la comitiva, a su paso por el barrio del Progreso, y colocaron dos plásticos sobre la Fuensanta para evitar que se mojara. A partir de este instante los anderos aceleraron el paso, cogiendo un ritmo frenético que se contagió a los romeros. "La Fuensantica nos ha escuchado y nos ha traído la lluvia", decía una señora a la que no le importaba mojarse entera, porque "esta lluvia no molesta, es un regalo de la patrona". El sentimiento de agradecimiento al cielo era unánime entre los que acompañaban a la Virgen hasta Algezares. "¡Un aplauso para nuestra Madre, que nos ha traído el agua, hacedle palmas para que siga lloviendo¡" gritaba una romera a través de un megáfono. La pedanía recibió a la 'Morenica' con el himno nacional y con premura algunos vecinos añadieron a la lluvia real la de cientos de pétalos de flores que los fieles deshojaron el día anterior con la esperanza de poder bañar a la Fuensanta con ellos. El mal tiempo hizo que los pétalos cayeran más sobre la gente que sobre la patrona, pero los romeros se mostraban encantados y se esmeraban por recogerlos incluso con los paraguas puestos al revés, a modo de recipiente.

La lluvia no cesaba, y la fe alegría de los que acompañaban a la Virgen tampoco. "Aquí no abandona nadie, llueva o caigan chuzos de punta", comentaba María, una señora de 50 años que hace la romería desde que era pequeña.

La subida de la cuesta de Algezares fue muy rápida. Los que esperaban en las aceras para ver pasar a la Fuensanta en su camino de vuelta a casa, apenas tenían tiempo para gritarle ¡guapa, guapa y guapa!, ya que los anderos decidieron poner todas sus fuerzas en este último 'sprint' antes de llegar al Santuario. Con apenas tres paradas de menos de un minuto a lo largo de la empinada cuesta del Santuario, los encargados de llevar a la Virgen alcanzaron su objetivo en tiempo récord, llegando al templo sobre las 12.30 horas.

La Fuensanta fue recibida por miles de fieles que abarrotaban la explanada del Santuario que la acoge durante la mayor parte del año. La lluvia amainaba al tiempo que la imagen se acercaba al Santuario, pero no dejaba de caer. "Que le quiten el plástico que la veamos" gritaban algunas mujeres, "queremos ver a la Morenica". Y los anderos accedieron a las peticiones de los romeros que, emocionados, se volcaron en piropos con su patrona cuando la imagen, sin plásticos encima, miró de frente a los que la acompañaron en el camino.