Llegó al mercado hace menos de un año, convirtiéndose en uno de los familiares compactos más atractivos y espaciosos. Derivado del Mégane berlina, la variante Sport Tourer supone más espacio detrás y más hueco de carga. Y todo ello conservando las buenas reacciones en carretera del formato de cinco puertas.

Su longitud de 4,63 metros da una idea del interior espacioso y cómodo que presenta. Las plazas delanteras son iguales que las del modelo de base, igual que el diseño del salpicadero, bien planteado y con unos mandos accesibles. Además copia los materiales empleados y su equipamiento, así podemos encontrar la pantalla en disposición vertical de hasta 8,7 pulgadas del sistema R-Link 2. Detrás, como tiene 27 centímetros más que el de cinco puertas, suma capacidad, ofreciendo un espacio récord en esa fila, gracias también a que la distancia entre ejes aumenta 4 centímetros. Estas cotas dan como resultado un ángulo más cómodo para las tres plazas traseras y un maletero inacabable de 521 litros (140 litros más que el Mégane berlina), teniendo en cuenta que hay un compartimento bajo el piso de 55 litros. Con los asientos traseros abatidos (operación sencilla con un botón muy accesible), el volumen aumenta hasta los 1.695 litros. Que el respaldo del copiloto se pueda abatir en caso de tener que transportar un objeto largo o que el plano de carga sea bajo para facilitar el acceso de objetos voluminosos, son ejemplos de su lograda practicidad.

La oferta mecánica está basada en la del Mégane, con tres variantes de gasolina (100, 130 y 205 CV) y cuatro diésel (90, 110, 130 y 165 CV).

En todos los casos menos en el gasolina y el gasóleo más potentes, las cajas de cambios son manuales de seis relaciones. Los dos mencionados usan una automática de doble embrague, con siete velocidades para el de 205 CV y seis para el de 165 CV. También hay cambios automáticos en opción para el diésel de 110 CV y el gasolina de 130 CV. En breve, la marca tiene previsto lanzar una versión híbrida asistida que utiliza el motor diésel de 110 CV pero con el apoyo de otro eléctrico, algo ya visto en el modelo Scénic. En nuestro caso, la unidad que disfrutamos ha sido la más potente de gasóleo, de 165 CV, que se asocia invariablemente al nivel de dotación más alto (igual que ocurre con el motor de 205 CV) y se distingue así del resto por una estética más deportiva (llantas específicas de 17 pulgadas, una parrilla diferente, otras defensas...). Además incluye el interesante sistema de cuatro ruedas directrices 4Control, que mejora significativamente la estabilidad en carretera y la maniobrabilidad en ciudad.

Ni qué decir tiene que, si ya el propulsor de 130 CV diésel cumple de sobra y con muy pocas vibraciones y ruido, nuestro protagonista, con 165 CV gusta aún más. Ambos parten de un bloque de 1,6 litros de cilindrada y la versión más potente no tiene un gasto mucho más alto al conformarse con una media de 4,7 litros por cada 100 km. Con ese nivel de poder, el Mégane Sport Tourer es una delicia, sumando un aplomo que apenas ha acusado el diseño de su trasera.

El acabado GT implica que, además de los elementos descritos antes, sume el climatizador doble, el programador de velocidad, los faros Full Led con encendido automático, el sistema de navegación R-Link 2 con pantalla de 8,7 pulgadas y cartografía de Europa con manos libres Bluetooth, el acceso y arranque sin llave, o el freno de estacionamiento por botón, entre muchos otros. El listado se puede completar con elementos como las llantas de 18 pulgadas, un paquete de seguridad con frenada autónoma, la alerta de distancia de seguridad con programador de velocidad adaptativo, el techo panorámico o la información proyectada en una lámina delante del parabrisas.

El precio del Mégane Sport Tourer GT de 165 CV con cambio automático EDC arranca en los 26.160 euros.