No tiene la funcionalidad de un moderno scooter -la Burgman, sin ir más lejos-, no hay dónde llevar el equipaje y no nos protege frente a las inclemencias del tiempo (frío, viento, lluvia...) como aquella; a cambio, ofrece una imagen muy atractiva -es tan diferente, que hace diferente al que la conduce-, una manejabilidad envidiable y una robustez a prueba de "martillazos", con un mantenimiento sencillo. Más aún, resulta realmente divertida de conducir, incluso para ir a trabajar -aibó, aibó...-.

El diseño de la Van Van cuenta con 40 años a sus espaldas y, aunque estuvo un tiempo sin producirse, cuando volvió a los concesionarios en 2003, lo hizo sin cambios. Sólo la introducción de la inyección en 2007 y la aparición, en nuestro mercado, de su versión 200 c.c. caben destacarse como ´evoluciones´. Ni falta que le hacen. Un sencillo motor de 4 tiempos, con dos válvulas por cilindro y refrigerada por aire, bastan para mover sus 128 Kg. con soltura, gracias a un cambio de relaciones muy cortas. 12 CV para la 125 y dos más para la 200, son más que suficientes para todo, con una punta de 100 y 120 Km/h, respectivamente. Un disco delantero y un tambor trasero sobran para ´clavarla´ donde queramos.

Motos Marín -concesionario oficial Suzuki en Murcia- nos cedió una unidad de Van Van 200 y aún la echamos de menos. Pese a su enorme balón trasero, la moto es muy recogida y ofrece una postura de conducción perfecta, sea cual sea tu altura. Ligera y muy manejable, resulta tan divertida que no echas de menos más prestaciones. Es como si te la hubiesen hecho a ti, a tu medida. Es más cara que un scooter equivalente y menos práctica, pero resulta... ´adorable´.