Aunque sus enormes ruedas, los grandes discos de freno que alojan -con pinzas pintadas de rojo-, las cuatro salidas de escape y sus sobredimensionadas tomas de aire frontales le delatan, hay que reconocer que la nueva criatura de AMG sobre la Clase C de Mercedes resulta incluso discreta, más aún con la carrocería Estate -como la firma de la estrella denomina a sus variantes familiares- de nuestra unidad de pruebas, que tiene un precio de 93.900 euros. Lo mismo sucede con el interior, donde la presencia de unos asientos tipo baquet y un volante de menor diámetro y de agarre más grueso -amén de los acabados en carbono de nuestra unidad de pruebas-, son los únicos cambios apreciables respecto a un C Estate normal.

Las auténticas diferencias las encontramos en el moderno y súper eficiente motor que monta -nos hizo olvidarnos del antiguo 6,3 litros atmosférico de su antecesor casi en el acto-, sus prodigiosas suspensiones AMG Ride Control de serie y una sofisticada electrónica capaz de ayudarnos a meter en cintura a este lobo con piel de cordero. Lejos de intrusismos inoportunos y gracias a las grandes posibilidades de configuración, las ayudas electrónicas a la conducción nos ayudarán, como prometen, sin impedirnos cierto grado de diversión, cuando ´cierto grado´ quiere decir mucha, mucha, mucha diversión.

Acelera como un poseso, con una impresionante motricidad en toda circunstancia, recupera con sorprendente decisión y corre una barbaridad. Todo ello acompañado de un sonido que hace hervir la sangre, con una grata sensación de seguridad y control y con unos frenos tan potentes como progresivos e inasequibles al desaliento.

Además de correr tanto como un M3 o un A4 RS, gasta bastante menos que ellos -la optimista media oficial es de 8,4 l/100 Km. pero a nosotros se nos quedó en unos contenidos 13,6- y permite un uso normal, a bajas velocidades o en ciudad prácticamente igual al de sus hermanos más pequeños. Lo mismo sucede cuando lo configuramos en el modo más confortable y viajamos a velocidades legales por carreteras y autovías. De hecho, fue eso lo que más nos impresionó de este nuevo V8 de inyección directa sobrealimentado por una pareja de turbos, su fantástica bipolaridad: suave y confortable cuando hace falta y tremendo y súper eficiente cuando se le exige -aunque seguimos quedándonos con lo divertido que puede llegar a ser, esculpiendo sonrisas en la cara de su afortunado conductor aún después de haberse bajado del coche-.

La tecnología no cesa en su evolución y Mercedes no duda en ofrecerla en sus productos -junto con diseños menos conservadores, más arriesgados y atractivos- cada vez más pronto y de forma más notable. ¿Será eso lo que está pasando en Mercedes? A tenor de su sostenido éxito de ventas, creemos que sí.