Hay automóviles que pasan a la historia por las innovaciones tecnológicas o de estilo que incorporan. Y hay otros que merecen ser recordados porque han sabido representar la vida cotidiana de toda una generación o de todo un país. El Fiat Nuevo 500 logró reunir tecnología y sentimiento, y dejó una marca indeleble hasta convertirse en un icono que se ha mantenido con el paso del tiempo: producido desde 1957 hasta 1975 con casi 3,9 millones de unidades vendidas, ha seguido siendo el emblema de la motorización de masas.

Fue la afortunada síntesis de una genial intuición de Dante Giacosa y de la ambiciosa estrategia de desarrollo y renovación de la gama llevada a cabo por Fiat durante la segunda guerra mundial, y fue la respuesta perfecta a las nuevas necesidades de movilidad personal. El porcentaje de motorización pasó de los seis vehículos cada mil habitantes de 1950 a los 330 vehículos de 1980. Y el Nuevo 500 logró satisfacer a un cliente objetivo heterogéneo.

La prima serie presentaba soluciones espartanas, pero extremadamente útiles, con pocas concesiones a la frivolidad. No contaba con ningún cromado, excepto la moldura del capó. Las ventanillas laterales eran fijas y los deflectores se abrían, el mando de los intermitentes estaba en el centro de un salpicadero extremadamente sencillo, estaba homologado para dos plazas y podía cargar setenta kilos. Aunque era pequeño, era un auténtico automóvil.

?La longitud, incluidos los parachoques, era inferior a tres metros y el ancho superaba por poco los 130 centímetros. Estas proporciones, junto con su peso reducido, aseguraban al 500 una maniobrabilidad excepcional. La carrocería tenía que ser ligera pero robusta, sencilla y agradable, y económicamente viable desde un punto de vista industrial. Dante Giacosa logró fusionar, con el 500, múltiples necesidades en una línea redondeada y proporcionada, con forma de huevo, que suscitaba simpatía, con faros redondos y la marca Fiat perfilada por dos bigotes cromados. Gracias a este proyecto, Dante Giacosa ganó el prestigioso premio industrial de diseño "Compasso d´Oro", el más antiguo e influyente premio europeo de diseño.

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El motor desarrollaba 13 caballos y la velocidad máxima era de 85 km/h. Su precio era reducido: 465.000 liras.

La imposibilidad de caracterizar el uso según unos parámetros rígidos permitió que el pequeño utilitario Fiat se convirtiera, inmediatamente, en un vehículo de masas, pero al mismo tiempo interclasista y, por tanto, con un aura elegante.

Al ver un 500 era imposible saber si lo conducía un estudiante o su profesor, un obrero o un profesional que optaba por dejar su gran berlina en el garaje, menos ágil en el tráfico urbano. Sin embargo, ya en 1958, Fiat decidió diferenciar y potenciar aún más la gama con la versión "Sport", que ofrecía una fascinante pintura bicolor y un motor potenciado.

La transversalidad también se mantuvo en las siguientes versiones: después del "Sport" le tocó el turno al "Giardiniera", con una distancia entre ejes aumentada diez centímetros. Transportando solo al conductor, el "Giardiniera" podía carga doscientos kilos; o cuatro personas y cuarenta kilos. ?Además del "Giardiniera" debutó el "D" y cinco años después , con el "F", Fiat comenzó a pensar específicamente en diferenciar la gama a nivel de precio, estética y equipamiento: en Mirafiori se concibieron una versión "base", que salió en 1965, y una de "lujo", que la acompañó en 1968.

?Los gustos empezaron a evolucionar, el concepto de marketing estaba en fase embrionaria, pero los técnicos de Fiat realizaron un vehículo que se convirtió en un pequeño símbolo de estatus.??Mientras tanto, cada unidad vendida contribuía a hacer crecer la leyenda; cada italiano tiene su propio recuerdo personal o familiar relacionado con el 500: como las victorias deportivas celebradas asomándose por el techo practicable o el capó delantero que podía desmontarse completamente, culminando con el famoso doble embrague que facilitaba el cambio de marchas y representó un gesto típico de una época y de un coche.

El "F" y el "L" fueron los más vendidos y permanecieron en el mercado durante siete años, antes de dejar sitio al "R", el "renovado", de 1972. El contexto económico y social había cambiado drásticamente y también la tecnología estaba evolucionando. Sin embargo, este pequeño gran vehículo ya había alcanzado un lugar de honor en la historia del automóvil. Flexible, económico y simpático, logró convertirse en objeto de culto debido a la naturalidad y espontaneidad que caracteriza a los triunfadores, poblando las carreteras de Italia y el imaginario colectivo de una nación. De hecho, su historia no llegó a su fin.