En un contexto global con un número récord de personas desplazadas, las organizaciones internacionales se esfuerzan por analizar las necesidades específicas de quienes conforman esta amalgama migratoria. Las mujeres y las niñas son uno de los colectivos especialmente vulnerables, víctimas del sesgo de género antes, durante y después de emprender viaje.

Naciones Unidas cifra en torno a los 250 millones los migrantes internacionales, entre los cuales figuran 65,6 millones que han tenido que abandonar sus hogares forzados por un conflicto armado, un dato sin precedentes en la historia reciente. Casi la mitad de los refugiados son mujeres, lo que demuestra que no son ajenas a este escenario convulso.

La jefa de la OIM en España, María Jesús Herrera, que "la proporción de mujeres migrantes no ha cambiado enormemente en los últimos 60 años", pero sí lo ha hecho su perfil, de tal forma que cada vez son más quienes "emigran por su cuenta por motivos de trabajo o educación, como cabezas de familia", lo que también obligaría a repensar el enfoque.

"Cuando la migración es una elección, tiene el potencial de ser un vehículo para el empoderamiento de las mujeres y para alentar el desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible para los países de origen de tránsito o destino", explica Inkeri Von Hase, experta en políticas de género e igualdad de ONU Mujeres. Sin embargo, no es así en la mayoría de los casos y quienes dejan su hogar lo hacen porque no tienen otra salida.

Las políticas migratorias siguen siendo, en opinión de Von Hase, ajenas a enfoques de género que tengan en cuenta "necesidades, retos y vulnerabilidades" específicas de las niñas y mujeres, potenciales víctimas por su condición de género y también por la de migrantes. En este sentido, alerta de que "están expuestas a un mayor riesgo de sufrir abusos sexuales y por razones de género en todas las fases del proceso".

La violencia y las desigualdades pueden empujarlas a abandonar sus hogares "en busca de una vida mejor" y, una vez que han emprendido el camino, "pueden convertirse en víctimas de abusos, violencia sexual, trata y feminicidio" perpetrados por las mafias pero también por sus propios compañeros de viaje, añade la experta de ONU Mujeres.

Una vez en destino, el riesgo continúa: "Como resultado del cambio de poder y de las relaciones de género dentro de las familias y las parejas, las mujeres migrantes pueden sufrir más incidentes de violencia doméstica o un empeoramiento de la violencia intrafamiliar ya existente, así como violencia por parte de otros actores".Cuestión de datos

Desde la OIM, apuntan el "alto riesgo" de que los migrantes, en términos generales, sean víctimas de la trata, un tipo de delito que históricamente ha afectado más a las mujeres que a los hombres. Los datos de 2006 identificaban como mujeres y niñas al 84 por ciento de las víctimas, si bien en 2016 la estadística se ha dado la vuelta y ahora habría una mayoría de hombres (57 por ciento).

La Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes, suscrita en agosto de 2016 por la Asamblea General de la ONU, establece precisamente la importancia de que existan datos desagregados de género para permitir la identificación y el análisis de las vulnerabilidades específicas a las que se enfrentan mujeres y hombres, con el objetivo de atajarlas de forma más eficaz.

Gracias a estos análisis se conoce, por ejemplo, que el 83 por ciento de las personas migrantes que terminan realizando trabajos domésticos son mujeres. Von Hase lamenta que "a menudo las mujeres solo pueden encontrar un empleo en la economía informal, trabajando en condiciones precarias y en sectores feminizados como las labores domésticas o de cuidado, en las que la protección de los derechos laborales es limitada y se niega el acceso a la protección social".

La experta de ONU Mujeres incluye entre los principales retos a los que se enfrentan las mujeres migrantes, además de la falta de educación, de empleo o de beneficios sociales, un menor acceso a servicios médicos, entre ellos la atención psicológica o los derechos sexuales y reproductivos. Este último punto es "crítico", a su juicio, ya que también se dan casos de embarazo en plena migración.

Por este motivo, Von Hase considera "crucial" que mujeres y niñas reciban atención médica y que dentro de ella estén incluidos "métodos seguros y eficaces de contracepción moderna, de emergencia, abortos seguros y accesibles, atención ginecológica, cuidados prenatales y postnatales, servicios ante enfermedades de transmisión sexual y atención especializada para las supervivientes de la violencia sexual".

Herrera, por su parte, recuerda que las mafias "saben que una mujer migrante embarazada o que tiene un bebé es más fácil de controlar y, por tanto, de aprovecharse de ella, no solo en los países de destino, sino también en los de tránsito".

Campaña global

Naciones Unidas se ha sumado también al auge del feminismo a nivel global con llamamientos para dotar de un enfoque de género la respuesta a todas las emergencias. Al amparo de campañas como #MeToo o #Timesup, las agencias de ayuda esperan llamar la atención de unas necesidades que no hacen sino aumentar, en vista del creciente número de desplazamientos en todo el mundo.

La responsable de la OIM admite que el movimiento #MeToo, extendido desde Estados Unidos a otras partes del mundo, "ha demostrado un gran potencial para arrojar luz sobre el sufrimiento oculto de millones de mujeres de todo el mundo". "Esperamos que se extienda para dar voz a la angustia vivida por las mujeres migrantes", confía el portavoz.

En la misma línea se expresa la experta de ONU Mujeres, para quien el movimiento #MeToo ha sido "crucial" a la hora de llamar la atención sobre situaciones de acoso y abuso sufridas básicamente por las mujeres y las niñas. Se trata, en opinión de Von Hase, de "una campaña enormemente poderosa" que ha sido capaz de poner sobre la mesa el hecho de que "todas las mujeres sufren violencia sexual, independientemente de su edad, nacionalidad, clase, religión, orientación sexual, identidad de género y estatus migratorio".