"Compartimos un corazón, una nación y un destino glorioso". América primero, por y para los americanos. Donald John Trump anunció este viernes una nueva edad de oro a los estadounidenses, en un discurso inaugural inquietante y contundente, que pasará a la historia como uno de los más radicales jamás pronunciados ante el Capitolio. Frente a la esperanza que repartió Barack Obama hace hoy ocho años, con un National Mall, la inmensa avenida que discurre entre el Capitolio y el Monumento a Washington, llenó a rebosar -no como esta vez, que estaba a la mitad- Trump habló de reconstruir el país con trabajo americano y dinero americano, proteger las fronteras y pensar en los intereses propios.

El discurso arrancó aplausos, pero no levantó pasiones. Los Obama, esta vez sin sus hijas, los Clinton y los Biden se miraban con cara de circunstancias. Todos eran conscientes de que empieza una nueva era, al menos en los planes de un presidente que más bien parecía estar cerrando un acto de campaña que asumiendo el cargo de comandante en jefe de la nación.

Los demócratas no bajarán la guardia. Sus partidarios tampoco. Mientras Trump hablaba cientos de personas se reunían en las inmediaciones de la plaza DuPont en una concentración en defensa de la legalización de la marihuana en la que se entregaron de manera gratuita miles de cigarrillos de marihuana. Y a todo eso Trump seguía su arenga ultra nacionalista que se basa en poner a los Estados Unidos en el centro de todas las decisiones, también las de política internacional. Por cierto, después de lo escuchado la UE ya puede olvidarse del Tratado de Libre Comercio. En cambio, Theresa May se frotará las manos pensando en esos acuerdos bilaterales que son del agrado del nuevo mandatario. Aunque habrá que ver en que términos negocia Trump con el resto del mundo. Avisados están los líderes internaciones: "America first", América primero. Incluso Trump aconsejó hacer lo mismo al resto de naciones, pidiendo que basen sus políticas en anteponer sus intereses frente a los externos. Cada uno en su casita y Dios en la de todos. "No debemos tener miedo, nos protegerá nuestro gran ejército, y lo más importante, estaremos protegidos por Dios", clamó un Trump con el cabello algo menos anaranjado, impecable con un abrigo azul navy y una corbata en 'rojo republicano'. Animó a pensar en grande y aseguró que el tiempo de las palabras vacías se ha acabado, "es la hora de la acción".

Trump, que saludó a los expresidentes que le acompañaron, (Carter, George W. Bush, Clinton y Obama), agradeció sus servicios al mandatario saliente y a su esposa, y ninguneó a Hillary, aprovechó bien la ocasión para vengarse del aparato político de Washington. Dijo eso de que estaba allí para devolver el poder al pueblo, (no explicó cómo), dejando claro que el partido que gobierna no es lo importante y que los políticos hasta ahora, han pensado en su bienestar y no en el de las sufridas clases medias americanas que llevan años viendo como las fábricas se cierran y los "extranjeros" se hacen con el control de Wall Street.

Así que con un doble 'God Blessed America', dando las gracias al mundo y repartiendo sonrisas, Trump se despidió para acudir a los bailes y fastos de esta nublada noche en el DC. Los americanos tal vez sueñen hoy con las toneladas de cemento que van a construir autopistas, aeropuertos, colegios y quizá también algún campo de golf, que de eso sí que sabe Mr.President.