Todo el mundo anda muy callado en la recta final de la campaña. Tras las sorpresas de los plebiscitos del Brexit y del acuerdo de paz de Colombia, nadie se atreve a dar como clara ganadora a Hillary Clinton, que en vísperas de cumpleaños, ayer 'campañeó' en el programa del Gordo y la Flaca, algo así como María Teresa Campos en versión latina. A Trump le apeteció más reunirse con anticastristas en el Miami cubano de la calle 8 que siempre vota republicano, incluso si el candidato es alguien tan aparentemente poco juicioso.

El neoyorquino visitó el museo de la Asociación de Veteranos de Bahía Cochinos (Brigada 2506) y departió con exiliados que participaron en la fallida invasión de 1961. Y es que por si lo cubanoamericanos no tenían bastante con el recuerdo de aquella traición de Kennedy en Playa Girón, añaden ahora a la lista de agravios esa amistad incondicional de Obama con el castrismo, que de momento aporta oxígeno económico a la isla, pero muy pocos cambios políticos de calado en lo relativo a libertades y bienestar para la población.

Hillary saca seis puntos a Trump y eso en condiciones normales significaría una victoria para la exsecretaria de Estado. Claro que si Trump es capaz de aguantar a seis puntos con todas las barbaridades que ha cometido en su campaña, también puede dar una sorpresa en la noche electoral. Así lo piensa una parte importante del electorado americano que ya ha empezado a emitir el voto por correo.

A Hillary tampoco le basta con vencer en las presidenciales. Los demócratas necesitan recuperar el control en el Congreso (formado por la Cámara de Representantes y el Senado), sobre todo el de la Cámara Alta donde la mayoría republicana ha hecho la vida imposible a Barack Obama en los dos últimos años. Sin el dominio del Senado Clinton no podría sacar adelante ninguna reforma y no podría formalizar el nombramiento de un juez progresista para la vacante del Tribunal Supremo, bloqueada desde hace meses.

Otro factor que juega contra Clinton estriba en que hace seis años la renovación de parte de la Cámara no coincidió con Presidenciales. Cuando no está en juego la Casa Blanca votan menos jóvenes, hispanos y afroamericanos, sectores que tradicionalmente apoyan a los demócratas.

Los senadores tienen mandatos de seis años y en las elecciones del 8N se cubrirán 34 de los 100 escaños de la Cámara. 29 de esos 34 senadores se presentan a la reelección. Tres demócratas y dos republicanos se han retirado y su escaño lo cubrirá un senador nuevo de su partido o del partido rival.

La papeleta del Senado.

Las elecciones de 2014 arrojaron un Senado compuesto por 54 republicanos, 44 demócratas y dos independientes que siempre votan con los demócratas: Bernie Sanders y Angus King.

Los siete estados clave

Si Clinton es elegida presidenta, necesita cuatro escaños que no controlan ahora los demócratas. Si no gana, necesita cinco. Esa diferencia tiene que ver con las funciones del vicepresidente, que decide en caso de empate en una votación. Los demócratas tienen probabilidades de arañar al menos dos escaños republicanos: el de Ron Johnson en Wisconsin y el de Mark Kirk en Illinois. Si los demócratas ganan esos dos sillones necesitarían dos escaños más y mantener el de Nevada que se disputan la demócrata Catherine Cortez Masto y el republicano Joe Heck.

La batalla del Senado se juega sobre todo en Indiana, Missouri, Pennsylvania, New Hampshire, Florida, Nevada y Carolina del Norte. El escaño de Nevada, que podría lograr la hispana Catherine Cortez Masto, es el único que defienden los demócratas. Los demás están en manos de republicanos que ganaron meses después de que estallara el movimiento del Tea Party en 2010. La partida sigue abierta.