El movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) exhibió este lunes su poder de convocatoria en Dresde (este de Alemania), revitalizado por la crisis de los refugiados y desafiando a los miles de manifestantes que trataron de neutralizar su marcha.

La capital sajona se convirtió así en escenario de las dos caras de la Alemania actual -la que predica tolerancia y la que exige el cierre de las fronteras-, coincidiendo con el primer aniversario de las marchas de tinte xenófobo.

Entre 15.000 y 20.000 seguidores de Pegida, según diversas estimaciones, tomaron la Theaterplatz, en el corazón monumental de la ciudad, con banderas alemanas y pancartas protestando contra la acogida de refugiados o caricaturizando a la canciller Angela Merkel a lo "Teresa de Calcuta", imagen tomada de una reciente portada de "Der Spiegel".

En las plazas adyacentes, también en el centro monumental de Dresde, unos 14.000 ciudadanos, en su mayoría jóvenes, bailaban al son del "Clandestino" de Manu Chau y trataban de silenciar con sus gritos las consignas de la concentración islamófoba.

Un millar de antidisturbios se emplearon en mantener separados a los dos bandos, entre amagos de cargas contra grupos de jóvenes -algunos encapuchados- que trataban de sortear el cordón de seguridad o los que se encaramaban a farolas y andamiajes de edificios en obras para saltar a la Theaterplatz.

"Somos ciudadanos normales, buenos alemanes, no nos acompleja defender nuestro país, nuestra bandera y nuestra cultura", protestaba a gritos, desde dentro de la concentración islamófoba, un hombre de unos treinta años, con la cabeza rapada y rodeado de unos quince compañeros de aspecto similar.

"No os queremos en Dresde ni en ningún otro lugar de Alemania. Sois la vergüenza del país", clamaba otro joven desde detrás del cerco impuesto a los contramanifestantes, convocados por diversas organizaciones cívicas bajo la consigna "Corazón en lugar de odio".

Ni todos los seguidores de Pegida tenían aspecto de neonazis, ni todos los contramanifestantes parecían igual de pacíficos. Al menos un seguidor de Pegida resultó gravemente herido cuando trataba de sumarse a la concentración de los suyos y fue atacado por varios jóvenes, aparentemente de la marcha contraria, según fuentes policiales.

Dresde fue así ese lunes una muestra de la escisión abierta entre la ciudadanía de Alemania desde que se dispararon los pronósticos de refugiados que recibirá este año al país -entre 800.000 y un millón- y con ello las tensiones en una potencia económica que se siente desbordada en sus capacidades.

Pegida, que unos meses atrás parecía haber entrado en estado agónico, se ha revitalizado en medio de la crispación y ha regresado a las calles de Dresde, impasible al rechazo generalizado que genera en el resto del espectro político alemán, con excepción de la euroescéptica Alternativa para Alemania (AfD).

Hoy era un día especial, porque festejaba -a su manera- su nacimiento, en octubre de 2014, entonces secundada por apenas un par de centenares de seguidores.

Semana a semana, sus manifestaciones de los lunes fueron cobrando después mayor fuerza, hasta derivar en marchas de decenas de miles de personas y dejar de ser considerado un fenómeno minoritario para desatar la alarma de las filas gubernamentales y la oposición parlamentaria.

La canciller Merkel ha conminado repetidamente a sus compatriotas a no secundar esas marchas, que en enero pasado llegaron a la cifra récord de 25.000 manifestantes.

A partir de ahí entró en una fase de declive entre trifulcas internas y el escándalo derivado de la difusión en las redes sociales de una foto de su impulsor, Lutz Bachmann, posando disfrazado de Adolf Hitler.

A su reaparición ahora han seguido nuevos toques de alarma del Gobierno de Merkel, cuyo ministro de Justicia, Heiko Maas, advirtió hoy de que Pegida "siembra el odio, que después se convierte en violencia".

El aniversario del movimiento islamófobo llega dos días después de que un hombre con pasado neonazi hiriera de gravedad a cuchilladas a la candidata a la alcaldía de Colonia y responsable de la acogida de refugiados en esa ciudad, Henriette Reker.